En estas circunstancias

Isabel Díaz Ayuso ha estado jugando a la ruleta rusa desde que alguien le dijo que valía mucho y se lo creyó

Cada uno es hijo de sus circunstancias, como decía Ortega y Gasset, al que nadie cita ya no sé si por ser derechas, de izquierda, de arriba o de abajo. El caso es que yo también estoy emparentada con mis circunstancias, hasta tal punto que ... las justifico y procuro que nadie me hable mal de ellas –para eso ya estoy yo– ni me las cuestione. Y el caso es que mis circunstancias, últimamente, me acompañan por paisajes tan desconocidos que cada día me reconcilian más con la realidad-normalidad esta que nos ha tocado como pareja de baile. Verá, como no tengo otra cosa mejor que hacer –sí que la tengo, pero la procrastinación es también un estado de ánimo–, me he entregado a la vida de lujo y bocadillos de longanizas de Georgina Rodríguez, ‘Gio’ para los amigos, y me he visto los capítulos de su docuserie con la misma veneración que Pitita Ridruejo veía al sol bailar en El Escorial –qué poco se habla ya de estas cosas– y he aprendido en cuestión de un par de semanas que un jet te facilita mucho la vida, que se puede viajar por todo el mundo sin pagar nada y que lo esencial, antes de tomar un avión no es ver dónde están las salidas de emergencia–que es lo que hacemos el común de los mortales– sino investigar qué ponen en el catering. Ella, que conoció las pesadumbres de vivir sin calefacción ni aire acondicionado es el ejemplo hecho carne de cuánto puede mejorar tu vida si das un auténtico pelotazo, y no como los que da su marido con el balón de oro. Georgina sabe lo que es ir al trabajo en autobús y volver en Bugatti y también sabe lo que es el baño polaco; pero, por encima de todo, sabe lo que es que la suerte te cambie de un día para otro y asumirlo con esa fascinante superficialidad.

Georgina y sus aventuras triunfan en una plataforma de pago, al mismo tiempo que José Antonio, el marido de Gloria Mohedano –hermana de la difunta– hace lo propio, contando las suyas, en una cadena privada a la que se accede por el módico y único precio de aguantar horas y horas viendo lo mismo: cómo los peces fuera del agua duran menos que Maxim Huerta como ministro –o como presentador, o como escritor– y de forma simultánea al proceso de descomposición política de este país tras las elecciones de Castilla y León. Todo es lo mismo: «Me gusta jugar a la lotería porque siempre sueño que me toque», que diría la señora de Cristiano Ronaldo, entornando los ojos, soñadora, como diciendo «miradme hasta dónde he llegado».

A todos nos gusta jugar a la lotería, aunque a algunos más que a otros. Isabel Díaz Ayuso ha estado jugando a la ruleta rusa desde que alguien le dijo que valía mucho y se lo creyó, y se creyó que gobernar y vivir a la madrileña eran lo mismo que pasear por la red carpet de Georgina. Y se veía ya de presidenta de los cielos –bueno, no sé qué era lo que iban a asaltar los suyos– cuando cayó en desgracia y en la cuenta de que los suyos la estaban maltratando, de que la famiglia era capaz de cualquier cosa y de que, en este mundo traidor, al que saca la cabeza, se la cortan.

Y no es que Ayuso sea santa de mis devociones, pero lo de la nueva temporada del Partido Popular, promete, y mucho. Eso sí que son circunstancias y no las de Ortega y Gasset. Y aunque la trama recuerda mucho a Cifuentes y sus cremas, el personaje central no necesita que alguien le escriba los diálogos, ni siquiera un asesor que le diga que está muy feo eso de ir bloqueando a la gente en whatsapp como si fuésemos niños chicos. Y es que ya no hace buscar niños para echarles las culpas; basta con echárselas al asesor, y en este caso, Miguel Ángel Rodríguez lleva todas las papeletas para que le toque la lotería, no la de Georgina, sino la del premio gordo, la de cargar con toda la culpa porque «está reventando el partido».

Es el precio que a veces hay que pagar por querer estar en la pomada –no la de Cifuentes, no vaya más lejos que yo- y el que siempre me recuerda alguien a quien las circunstancias, y lo que no son las circunstancias, me han puesto de acompañamiento perfecto: «siempre hay alguien más joven y con más hambre detrás de ti en las escaleras, dispuesto a darte un empujón». No se haga ilusiones filosóficas, la cita es de ‘Showgirl’, una película a la que en mi casa dedicamos horas y horas de análisis y estudio porque la consideramos la piedra angular sobre la que reposa todo.

Pienso en Alba del Campo y en los «motivos personales» que la han llevado a la renuncia de su cargo, unos días después de que mi recibo de la luz me haya dado un bofetón de realidad indexada. Pienso en el agradecimiento del alcalde hacia su gestión y pienso en el papel del presidente de la empresa cuando ve que no hay sostenibilidad que sostenga lo insostenible. Pienso en el Consejo de Administración de Eléctrica de Cádiz y en qué momento empezaron a mirar a otra parte mientras los que venían por detrás, con hambre y sed –y no de justicia–, se frotaban las manos esperando el mejor momento para dar el empujón.

«Mucha gente quiere una cosa, pero no sus consecuencias», decía Ortega y Gasset, que era un sabio.

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