Emosido engañado

Nada pasa por casualidad y es mucho más rentable, desde el punto de vista mediático, un escándalo que un encuentro endogámico de escritores pagados de sí mismo mirándose en los espejos

Yolanda Vallejo

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Lo mismo usted no se acuerda del escándalo que supuso aquel 12 de noviembre de 1990 que Frank Farian confesara que Fab Morvan y Rob Pilatus no eran los auténticos cantantes de Milli Vanilli; si me apura, lo mismo usted ni se acuerda de quienes ... eran Milli Vanilli, pero para eso estoy yo. Para eso, y para recordarle que el fraude forma parte de la naturaleza humana desde que a Adán le dio por comerse un pero en el paraíso , y a su hijo le pareció lo más normal del mundo decir que no había sido él el guardián de su hermano –en aquel momento, con solo cuatro personas en el mundo, no era muy difícil de resolver el crimen-, ni el que se lo había cargado por hacerle la pelota al creador. Ya ve, lo de intentar engañar al vecino viene de antiguo pero se ha mantenido en el tiempo con una vitalidad tremenda. En 2008, la pequeña Lin Miaoke enternecía al mundo desde la ceremonia de inauguración de los Juegos Olímpicos de Pekín con la voz melodiosa de la poco agraciada Yang Peivi, que cantaba detrás de las cámaras, «pensando que era lo mejor para la nación», como llegó a afirmar el director musical de la ceremonia, Cheng Oigang.

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