HOJA ROJA
La confianza da asco
«Dice nuestro alcalde que ‘2021 será el año de la esperanza y de la ilusión para Cádiz’, aunque decir eso y no decir nada también es lo mismo»
La estrategia es de manual, de manual de psicópata. Primero te tapo los ojos, te aprieto, te inmovilizo, te asusto y luego voy, poco a poco, soltándote las ataduras, aflojando un poco la venda de los ojos y te voy susurrando cosas como «no te ... va a pasar nada», «solo es un juego», «no va a dolerte», y así… Estamos hartos de verlo en las películas y hartos de ver cómo las víctimas caen una y mil veces en el juego de su torturador, como el pobre Coyote por esos desfiladeros de Arizona. «¡Que era broma!», es lo único que les ha faltado decirnos.
Después de la tempestad hay que crear la calma, como sea. Y la estrategia es de manual. Primero empeoran los datos, todos, los de muertes, los de contagio, los del paro, los de la hostelería… y luego, poco a poco nos van diciendo cositas en el oído para que se nos vayan normalizando el pulso y la presión arterial, para que nos confiemos. Ya lo habrá visto, Naciones Unidas ha declarado este 2021, Año Internacional de la Confianza –bueno, también lo ha declarado Año Internacional de las Frutas y Verduras y espero que nunca repongan los Fruittis– y con esa declaración pretende que usemos y abusemos de una confianza que, de momento, lo tiene bastante complicado.
Los medios de comunicación, los políticos, los tertulianos de barra de bar lo aventuran, analizando datos estadísticos en estos primeros días del año; por ejemplo, dicen que se han reducido los accidentes de tráfico, los jóvenes beben menos y los padres dedican más tiempo al cuidado de sus hijos; claro, la gente viaja menos, los jóvenes salen menos y los parados tienen todo el tiempo del mundo para estar con sus hijos y con sus pensamientos. Es decir lo mismo, pero de otra manera. Lo que le decía al principio, de manual.
Dice nuestro alcalde que «2021 será el año de la esperanza y de la ilusión para Cádiz», aunque decir eso y no decir nada también es lo mismo. Si damos una vuelta por la hemeroteca, hace un año tenía el mismo discurso, porque 2020 iba ser un año ilusionante y fantástico al que definía en un par de palabras «pan y rosas». El alcalde, ya lo sabe, tiene corazón de poeta –como cantaba Jeanette– y alma de tuitero, y las teclas las carga el diablo, y una vez que has caído en sus redes, se hacen y se dicen disparates. Y, en parte, el año le dio la razón porque tuvimos pan –de todas las clases y hechuras– casero, aunque las rosas se nos marchitaron sin que les diera el aire. Para el año que empieza, el deseo es menos concreto, esta vez quiere «sacar a Cádiz de la subalternidad» que es un término que no existe, pero que le debió sonar bonito y lo suficientemente ambiguo como para que luego alguien le pidiera explicaciones. Lo de salir de la subalternidad es la meta que se marca José María González para este año, un año que fía totalmente a las subvenciones, la Edusi, los fondos Next Generation… en fin, si a lo que se refería es al concepto de subalterno propuesto por Antonio Gramsci en relación a los sectores marginados y las clases sociales más perjudicadas, lo de las subvenciones es más de lo mismo; un modelo de financiación supeditado siempre a las «ayuditas», menuda manera de intentar salir del agujero negro. Anuncia que repetirá el proceso de votación para el cambio de nombre del estadio, y que lo hará esta vez «con todos los perejiles y cumpliendo la ley a rajatabla» –¿la vez anterior se hizo sin cumplir la ley? ¿he leído bien?–. También habla nuestro alcalde de la «reconversión del modelo productivo y de la movilidad de la ciudad», aunque decir esto y no decir nada –otra vez– es lo mismo. Palabras delicadas, que insuflan ánimos y que más allá del hexámetro holodactílico con ritmo yámbico a lo Rubén Darío, son solo palabras huecas.
Seguramente que en el hueco que deja la palabrería es donde se instala la confianza; repetimos como un mantra lo de todo va a salir bien y luego que salga el sol por Antequera que ya se encargarán de hacernos un balance convenientemente maquillado para que no se nos noten los golpes y lo moratones. De manual, no lo olvide nunca. Repetimos y repetimos siempre lo mismo, hasta que nos aprendemos la letra, »mi prioridad– dice el alcalde, después de cinco años al frente de la ciudad– es aprender. Y ese aprendizaje llevarlo a un contexto de ilusión, de esperanza».
Lo malo es que nosotros ya estamos aprendidos. Y desconfiados, porque como dice el refranero «aun por lo que tus ojos veas, no todo lo creas». Estamos hartos de verlo en las películas, y sabemos lo que pasa al final.
Por eso es por lo que nuestro Ayuntamiento habrá decidido poner esos buzones tan chicos –sí, las cosas horrorosas que usted ha visto y que pensó que eran cañerías rodeadas de vallas, son buzones– para depositar las cartas a los Reyes Magos. Total, para este viaje no hacen falta alforjas muy grandes. Dichosos los que nada esperan porque jamás serán decepcionados, dicen por ahí.
Y yo ya no espero nada, que si viene el guerrero del Antifaz, sin reír, sin hablar, que me quede como estoy… iré el martes a ver la cabalgata estática, a ver si aprendo.
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