Cómo superar la ansiedad
Será que soy muy de letras, pero me vuelven loca los estudios que se asientan sobre cifras
Si hay algo que me gusta más que las estadísticas son las encuestas. Y mucho más que las encuestas, los datos que se extraen de ellas; sean de lo que sean las encuestas y sirvan para lo que sirvan, que en muchos casos es para ... nada. Me resultan tan fascinantes los métodos empleados como la manera en que se presentan emplatados los resultados, porque no hay nada más relativo ni más manipulable que los números. Será que soy muy de letras, pero me vuelven loca los estudios que se asientan sobre cifras , y por eso me fascinan las indexaciones que nos promete el recibo de la luz; deseando estoy que llegue el próximo para comprobar cómo mis vecinos los epidemiólogos se han transformado en expertos asesores energéticos dispuestos a dar lecciones sobre el consumo eléctrico y el ahorro en la factura, como si fuesen todos Alba del Campo y sus cursos. Yo hice uno de sus cursos y no me arrepiento, la verdad. Llevé mi factura de la luz, me dijeron cómo había que leerla y no me enteré de nada , pero salí con tan mala conciencia que durante mucho tiempo me sentía peor persona encendiendo el horno y la secadora –sobre todo a la vez- y procuraba ir por el pasillo a oscuras, confiando solo en el reflejo de la luna tras los cristales. No ahorré mucho, la verdad, y lo poco que hubiese ahorrado no me habría servido de nada, tal y como está el precio de la luz. Mire usted Eléctrica de Cádiz, que ganó en un año 14 millones de euros y al año siguiente perdió quince–no me ha quedado muy claro si perdió los catorce millones ganados y quince más, o solo ha perdido uno, o no se sabe- como si tal cosa. La empresa me ha mandado muchas cartas, como a usted, pero no he entendido ninguna , y no solo por su sintaxis –la gente de letras sirve para mucho más de lo que parece y deberían tenerlo en cuenta- sino porque el lenguaje críptico de la indexación y los pools y esas cosas me aburre mucho, y me crea ansiedad.
No es lo único que me produce ansiedad, pero convivo con ella como con el Covid , al que de pronto le queremos dar carpetazo e ignorarlo, apelando a aquello de que ojos que no ven, corazón que no siente. Y desde el pasado jueves ya no vemos mascarillas por las calles. Da igual la incidencia –acumulada o no-, los nuevos contagios, las muertes –que sigue habiéndolas- o que haya que vacunarse quinientas veces más. Nada, desde el pasado jueves he vuelto a ver caras de las que ya ni me acordaba (realmente las mascarillas han hecho mucho por la estética social) y en breve nos dirán que el virus se ha «gripalizado» y que el que lo coja, «pa él». Si te he visto, no me acuerdo.
También me produce ansiedad el barco más grande del mundo , atracado en Cádiz el pasado martes, y esa obsesión de todo el mundo por contar los metros que tiene, el número de pasajeros que puede alojar, cuántos son los miembros de la tripulación y hasta los cuartos de baño completos que tiene el 'Wonder of the Sea' , como si alguno de nosotros fuese alguna vez a surcar los mares en su interior. En fin, los expertos en seguridad marítima que tiene nuestra ciudad también me inquietan. Igual que los que cuentan cuántas agrupaciones van a inscribirse en el COAC de junio y hacen estudios comparativos descartando a las agrupaciones que por motivos de salud -y de que tienen cosas mejores que hacer y más beneficiosas económicamente, y es muy respetable- no participarán en el concurso del Falla. Qué angustia me producen; casi tanta como los que están deseando salir en febrero pero lo dicen con la boca muy pequeña y la voz muy bajita, porque resultaría poco woke en estos tiempos decir que estamos locos por tener Carnaval de verdad, no de consolación .
Así nos va, que nadie se atreve a decir lo que piensa por miedo a molestar o a que lo molesten más de la cuenta. Ahí tiene, otra vez, el censo de perros en nuestra ciudad y los defensores del «cambio social» que se está produciendo en una ciudad donde nacen tan pocos niños que la campaña de escolarización que comienza en breve va a ser nefasta. Me da ansiedad pensar en el cambio social , por cierto; me imagino a los perros como dueños del planeta y me atormenta la idea de que, en breve, pidan escuelas para los canes y parques de bolas para celebrarles los cumpleaños. No diré nada, como tampoco lo diré del desalojado camping del foso de las Puertas de Tierra –bueno, sí lo diré: ¿hasta que no hubo trece tiendas de campaña no se dieron cuenta de lo que había allí?-, ni de las ratas de Vargas Ponce , ni de los techos de los depósitos de Tabacalera y el adiós proyectos, ni del fracaso del cinturón universitario. No, porque lo de la ansiedad no es un asunto para tomárselo a broma .
Sin ir más lejos, una empresa especializada en tratamientos del estrés acaba de publicar un informe fascinante. Resulta que un 25% de los gaditanos vivirá el día de San Valentín, mañana, con un altísimo grado de frustración por las altas expectativas que tienen puestas en esto del enamoramiento.
Así que ya sabe. No se deje llevar por las estadísticas ni por la ansiedad, al menos tan pronto . Piense que no hay situación que no pueda empeorar, y que peor lo debe estar pasando Albert Rivera.