Como perros y gatos
«Nuestros líderes políticos se han esforzado al máximo para revalidar la plusmarca mundial de decir pamplinas»

Primero dejaron salir a los que tenían perro, y yo no dije nada, porque yo no tengo perro. Luego dejaron salir a los que tenían niños, y yo no dije nada, porque ya no tengo niños. Luego dejaron salir a los surfistas, y yo no ... dije nada, porque no hago surf. Luego me dejaron salir a mí, pero ya no había nadie que hablara por mí. Y me encontré la calle igual que una feria. Es lo que tiene el poema de Niemöller, que lo mismo se le atribuye a Bertold Brecht que nos sirve para entender la desescalada nuestra de cada día, mucho mejor que el barómetro del CIS.
Será porque a Tezanos le pasa lo mismo que a mí –y a usted también- que cocina con lo que tiene en la nevera y solo compra aquello que le va a hacer falta, pasando de largo por los lineales del supermercado, como si no existieran. Ojos que no ven, cartera que no se resiente. Por eso le salen las encuestas de esa manera; tal vez, si se hubiera fijado en las ofertas, o se hubiera pasado por el departamento de los productos frescos, no le habría salido ese barómetro con cierto olor a podrido. Y es que –el CIS me perdone- el respaldo casi absoluto a la gestión de Pedro Sánchez en la crisis del coronavirus cuesta digerirlo un poco. De nuevo, la formulación de las preguntas lleva implícita las respuestas, -ya sabe, lo del caballo blanco de Santiago-, y así no hay quien se tome en serio esto. «¿Cree usted que los partidos y líderes de la oposición tienen que colaborar y apoyar al Gobierno o que deben continuar criticando y oponiéndose al actual Gobierno en todo lo que consideren?» dice una de las fantásticas preguntas de la encuesta, con dos proposiciones que no tienen nada que ver una con la otra, -como verá-, convirtiendo la disyuntiva en mero adorno, porque si compleja es la estructura superficial, la profunda es de una simplicidad pasmosa. «¿Cree usted que hay que decir ‘sí guana’ o vamos a permitir que la gente se nos suba a la chepa y critiquen lo que quieran?». No, hombre, ¡cómo vamos a permitir que la gente discrepe, proteste y hasta piense!
Cualquiera se atreve a enmendarle la receta a Tezanos, que pregunta con la misma maldad que el maestro cuando quería dejarnos sin recreo «o sale ahora mismo el que se ha estado riendo a mis espaldas o todos os quedáis sin patio», pues eso. La encuesta cuestiona cosas como si está usted de acuerdo con que las personas necesitadas tenga unos ingresos mínimos vitales, o por el contrario quiere usted que se mueran de hambre y de miseria; pues eso. Un barómetro para cortesanos es lo que tenemos, con un grupo de palmeros que asumirían seguir en casa «más de un mes, el tiempo que fuera necesario», hasta un 37.1%. El resto, casi un sesenta por ciento de la población está ya en la calle, se lo dije al principio.
Porque para escuchar tonterías, con dos meses ha sido más que suficiente, y eso que esta semana, nuestros líderes políticos se han esforzado al máximo para revalidar la plusmarca mundial de decir pamplinas. Carmen Calvo, la ministra que fue cocinera antes que «fraila», ha vuelto a sus orígenes, coronándose con una lección de geografía lineal «yo no me había dado cuenta nunca que Nueva York, Madrid, Teherán y Pekín están casi en línea recta. No exactamente, pero casi en línea recta, en horizontal», terraplanista y todo. Pablo Iglesias, en una comparecencia ante el Senado, nos ha explicado que muchas mujeres no dejan el hogar que comparten con sus maltratadores para no abandonar a su perro. La Junta de Andalucía, para no quedarse atrás, ha elaborado un decálogo de recomendaciones para ir a la playa –se supone que a partir de mañana- en que se nos aconseja ducharnos antes de pisarla –fantástica medida- y que procuremos, en la medida de lo posible «no tragar agua» durante el baño. En Cádiz, nuestro alcalde –me gusta más leído que visto- nos contó que había comprado sesenta tablets para paliar una brecha digital de doscientos cincuenta niños y niñas, qué se le va hacer, algo es algo.
Y mientras ellos hablan, la gente se tira a la calle. Con mascarilla o sin ella, con permiso o sin él, con cacerolas o con megáfonos –tampoco entiendo muy bien lo de las concentraciones- este país se está dividiendo más de lo aconsejable. Porque si nuestros políticos dicen tonterías, la gente puede incluso llegar a hacerlas; eche un vistazo, si no, a las redes sociales y a las intenciones radicalizadas de «hay que quemarlos vivos» que se han escuchado y leído más de una vez durante esta semana.
Los modernos llamaría a esto un país «a dos velocidades», pero yo no soy moderna y lo que veo es que empezamos a llevarnos como perros y gatos –no sé si a los animalistas les parecerá desafortunada la comparación-, y lo de tener que comprobar si cada declaración, cada noticia, cada ordenanza es verdad o está sacada de 'El Mundo Today' empieza a cansarme mucho. Igual que a todos, incluso a Fernando Simón, que cuando le preguntaron qué le parecía que Donald Trump tomara hidroxicloroquina y zinc a diario, se tomó seis segundos para respirar hondo antes de contestar. Claro que no todos somos Fernando Simón y lo de pensar antes de hablar no va mucho con nosotros.
Estamos como los perros y los gatos. Y ya sabe, «los perros dicen guau, los gatos dicen miau…».