Carnaval en conserva o sobrehúsa

Me niego a conservar las ganas para otro año. El Carnaval de 2021, el que nunca existió, habita en nosotros y no podemos detenerlo

Este será, para siempre, el Carnaval que nunca existió, aunque nos empeñemos en lo contrario. Qué más quisiéramos, pero no podemos meterlo en conserva, porque se echaría a perder en el momento en el que abriésemos la lata. Esto, nos guste o no, es así, ... tan frágil y a la vez tan potente que solo dura lo que dura un estribillo. El Carnaval de hoy no nos sirve para mañana, por mucho que le echemos ganas y nostalgia , por mucho cuidado que pongamos en preservarlo; guardarlo para otro año sería, en todo caso, un carnaval en sobrehúsa, esa salsa mágica tan gaditana con la que el hambre se encargaba de disimular el sabor de un pescado no demasiado fresco, aunque no siempre lo conseguía. Cuesta admitirlo, pero el carnaval de 2021, sin conservantes, ni colorantes, jamás existió . Las coplas ya no podrán contar nunca lo que ha ocurrido, y si lo cuentan, sabrán a rancio. No porque yo lo diga, sino porque tienen fecha de caducidad, como los yogures –aunque algún ministro le quitara importancia a los dígitos de la tapa-, como el pan nuestro de cada día, que hoy alimenta y que al día siguiente solo es pan duro.

Y eso que el año –desafortunadamente- ha dado para un repertorio de lo más completo , que si fuese cierto aquello del periodismo cantado, las letras saldrían casi solas, y los tipos, ni le cuento. Somos así; habrá quienes traduzcan todo a cifras, y nosotros lo hacemos cantando, porque –lo he dicho muchísimas veces- no es el canto de la cigarra indolente, sino el lamento de la hormiga que, incansable, trata de reconstruir los pedazos de su hogar, mil veces pisoteado . Cantamos, no para espantar los males, sino para conjurar nuestras desdichas y para comprender un mundo que no hay quien lo comprenda.

El Carnaval que nunca existió habría sido el carnaval de los sanitarios, de los policías, de las cajeras de supermercado, de los maestros con mascarilla. Pero también habría sido el de Fernando Simón –él solo da para más de un repertorio- , el de Salvador Illa, el de Isabel Díaz Ayuso, el del Rey emérito en los Emiratos, el de Pablo Iglesias –aún no he superado sus felicitaciones institucionales a los niños y niñas de este país-, el del alcalde en su cocina, el del maldito virus ignífugo de los Juanillos…usted lo sabe, a veces nos sobra el ingenio, y a veces somos de lo más previsible .

Confiéselo, cuántas veces ha leído los periódicos o ha visto las noticias en este año, y le ha sonado a pasodoble –a pasodoble de pena, todo hay que decirlo-, cuántas veces los aplausos, la derrota en los hospitales, el número de muertos, los niños y los abuelos privados de abrazos y de besos, la ley de la Eutanasia, la incompleta democracia del vicepresidente, la Semana Santa sin el Nazareno bajando por Jabonería, el ascenso del Cádiz a Primera, sin testigos… Sí, había días que amanecían como un pasodoble eterno, el paro, los ERTEs, el comercio gaditano que se desangra poco a poco, los sintecho, la desesperanza. Y, frente a todo eso, la resiliencia que nos sale por todos los poros de la piel.

Porque había días en los que los cuplés venían como los del Vera Luque, de tres en tres . ¿Quién no habría visto un cuplé en los runners gaditanos que corrieron como locos a comprase unas mallas en Decathlon con tal de ser los primeros en salir del confinamiento? Piénselo, el papel higiénico, la harina de fuerza, los perros paseantes, su vecino el panadero, las mascarillas falsas con las que nos engañaron los chinos, los policía de balcones –esos dan, además, para una o varias ilegales- las fases de la desescalada, que viene la ola, las comparecencias del presidente del Gobierno, el lío –y los nombres- de las vacunas, los que han puesto el brazo antes de tiempo –políticos, militares y curas, ahí tiene el tipo perfecto-, la 'huida' de Juan Carlos I de la Avenida y del país, el nombre del estadio, la herencia envenenada de Cantora, las elecciones catalanas, Filomena –el regreso del muñeco de nieve del cuarteto de Córdoba-, el Brexit, la salida poco airosa de Trump, el asalto chirigotero al Congreso de Washington, la niñera de Pablo Iglesias, la pérgola-mirador en llamas –eso da para cuplé y mucho más-, el pirómano del Puerta del Mar…

Y todo, un popurrí del 'Resistiré' enjaretado con los hilos con los que nos han movido durante todo el año , como autómatas repitiendo día tras día un discurso tan ajeno como doloroso. Hoy eres fase uno, mañana serás nivel dos; hoy estás aquí y mañana quién sabe, todo es el mismo repertorio…

Por eso me niego a conservar las ganas para otro año. El Carnaval de 2021, el que nunca existió, habita en nosotros y no podemos detenerlo . No podremos escuchar las coplas en una esquina, pero sí resuenan en nuestras cabezas; no podremos vivir la calle, pero sí la vida, no podremos disfrazarnos pero sí ponernos el mundo por montera. Porque, a pesar de todo, es Carnaval –en febrero, como siempre-, no lo olvide. Deje por unos días que la preocupación, la pena y la angustia se disuelvan en un chintaratatchín a ritmo de tres por cuatro .

Porque hoy estamos aquí, y mañana…

Artículo solo para registrados

Lee gratis el contenido completo

Regístrate

Ver comentarios