La barbecue

Georgie Dann pertenece al universo de personajes surrealistas que conforman el paisaje del aperturismo español posfranquista y que se caracterizaban, además de por sus peculiaridades –cada uno da lo que tiene–, por hablar un nefasto español y arrastrar un acento extraño

Yolanda Vallejo

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No sé a quién le leí una vez que cada generación tiene su guerra, su bandera y su poeta. No sé si se lo leí a alguien alguna vez o es que me vienen a la memoria los versos de Machado, cuando hablaba de aquella ... España de charanga y pandereta, tan parecida a esta de ahora, que también «ha de tener su mármol y su día, su infalible mañana y su poeta». Mi generación, nacida al alba de la Transición, que pasó, sin darse mucha cuenta, del blanco y negro al technicolor, no tuvo su propia guerra, sino que heredó –y como todo lo heredado, necesitó de mucho arreglo y de mucha coba– la guerra de sus antepasados, la «guerra de papá» como llamó Antonio Mercero –el padre de uno de los Carmen Mola– a su versión cinematográfica de la maravillosa novela «El príncipe destronado» de Miguel Delibes. Ahora mismo no recuerdo si mi generación llegó a tener bandera –ya sabe usted lo que pienso de las banderas– pero sí estoy segura de que tuvo un poeta, o mejor dicho un cantor, que suena como más épico y da más prestancia a lo que pretendo decirle.

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