Alcalde, estoy aquí contigo

El miércoles, nuestro alcalde, cogió el micrófono y ante las ochocientas personas que se habían concentrado para reclamar, no solo trabajo, sino respeto y dignidad, volvió a hacerlo

Me gusta pensar que tengo el corazón de poeta, como la canción de Jeannette –capaz de amar con delirio, capaz de hundirse en la tristeza- y como nuestro alcalde. Por eso, no hace falta que se lo diga otra vez, me gusta tanto cuando coge ... el micrófono, o el bolígrafo, y da rienda suelta a su verbo florido y a su rima asonante, tan popular, tan de arte, aunque sea de arte menor. Qué quiere que le diga, será que tengo el corazón de poeta, pero me rindo ante la puesta en escena de nuestro primer edil y no lo digo con más intención que la primera; y ya se sabe que la primera intención es la que cuenta.

Ya hacía tiempo que nuestro alcalde no nos regalaba nuestros oídos, siempre atentos a la voz de su súplica. Desde lo hondo –dicen los Salmos, que también son poemas populares- a ti grito, Señor; y desde lo hondo ha gritado esta semana nuestro alcalde, poniéndose al lado de los trabajadores de Airbus ante el cierre, casi inminente, de la factoría de Puerto Real. “Ya esta bien de tanto maltrato a nuestra tierra. Por nuestros currantes, por el presente y el futuro”, decía, el pasado miércoles, en una tensa movilización que, por momentos, nos trasladó otra vez al infierno de los años noventa, con los accesos a la ciudad cortados, y un ambiente de bastante –y justificada- crispación. Allí, en medio de la nada, fue donde nuestro alcalde sintió que debía coger el megáfono y que el sermón de la montaña, a su lado, no iba a pasar de un pasodoble chungo en preliminares. Había llegado el momento de la arenga. “Con un solo grito, con una sola voz”, el alcalde se vino arriba.

Samuel, que significa “el que escucha a Dios”, era un profeta del Talmud y del Antiguo Testamento –pongo las dos referencias, que para eso soy muy inclusiva y tengo pocos prejuicios- que se pasó una noche entera despertando a su amo Elí con un insistente “aquí estoy señor”, para el que no recibía respuesta alguna. “Aquí estoy, señor” decía el muchacho, que obediente se ponía en camino cada vez que escuchaba la llamada, sin saber de dónde venía. Su Dios lo puso a prueba una, dos… hasta tres veces, hasta que Samuel, harto de ser ninguneado y de que lo estuviesen mareando con tonterías, levantó la voz y dijo, más o menos, hasta aquí hemos llegado.

Elena Amaya es la alcaldesa de Puerto Real. Coincidí una vez con ella en una mesa redonda en la que se definió con algo así como “Elena Amaya, socialista donde las haya”, que me pareció, entonces, y me sigue pareciendo, de las cosas más honestas –mi corazón de poeta no deja de latir- que he podido escuchar de una política en ejercicio. Sin imposturas ni engolamientos. Como el pequeño Samuel, soy así y esto es lo que hay. Como el pequeño David, que se enfrentó al gigante Goliat y lo venció poniendo en evidencia sus debilidades.

El miércoles, nuestro alcalde, cogió el micrófono y ante las ochocientas personas que se habían concentrado para reclamar, no solo trabajo, sino respeto y dignidad, volvió a hacerlo. Y tras insistir en que “tiene que existir un compromiso social para mantener los puestos de trabajo” y tras incidir en que la Junta y el Gobierno central se han vuelto a desentender de nosotros, le vino el climax: “Lo que no puede ser es que esté este alcalde aquí solo” dijo en tono enfadado tipo “to lo tengo que hacer yo”; y lo iba a volver a repetir, cuando la alcaldesa de Puerto Real –la localidad afectada, por cierto- levantó su voz diciendo “perdona, perdona, que estoy aquí contigo”, desinflando por completo el ardiente discurso mesiánico de nuestro alcalde. Porque la alcaldesa de Puerto Real estaba allí, no debemos olvidarlo, tan al frente de la movilización como el alcalde de Cádiz que, torpemente, solo atinó a contestar “ahora sí, ahora sí, gracias Elena”… gracias por venir, fue lo único que le faltó decirle.

Y es que, a veces, a los poetas, les pierden las palabras que lanzan al viento. A mí me habría encantado haber visto a nuestro alcalde junto a los cientos de gaditanos que han perdido su empleo con el cierre de bares y de comercios en nuestra ciudad. Que sí, que serían franquicias del opresor explotador capitalista, y que no formaban parte de ese pequeño comercio local, al que hay que apoyar, y que tanto le gusta a nuestro ayuntamiento, pero no hay que olvidar que las personas que se han ido al paro, tras la retirada de algunas marcas nacionales, las que atendían las tiendas de ropa, los que limpiaban los locales, son tan de aquí como usted y como yo. Y no he visto a nadie que se solidarice con ellos, ni que les dedique ni un triste verso, ni siquiera un ripio. Esta misma semana, en la calle Columela, ha cerrado otra tienda más, otros puestos de trabajo menos. Más gente en el paro.

Ellos y ellas también están aquí contigo, señor alcalde. Y tienen familias que alimentar y viviendas que pagar, y pagan sus impuestos como todos. Ellos y ellas también están aquí contigo… hasta que dejen de estarlo.

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