2020: unsatisfayer

Hay quien dice que es un año para olvidar pero no puedo estar más en desacuerdo. Es un año para recordar, para grabarlo a fuego en nuestra memoria

Yolanda Vallejo

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Resulta complicado hacer una crónica sobre el año que ya vamos terminando sin caer en la tentación de hablar de lo mismo, ya sabe, del virus, del confinamiento, de las mascarillas, de Illa, de Simón, de Ayuso, de las muertes, de los hospitales improvisados y ... de los otros, de los aplausos, de los sanitarios, de los colegios, de los niños –y las niñas-, del teletrabajo, del papel higiénico, de la harina de fuerza, de los perros paseantes, de la hostelería, de la economía, de los ERTEs, de la crisis, de la irresponsabilidad ciudadana, de la responsabilidad política, de los abuelos –y las abuelas-, de las calles vacías, de las fronteras cerradas, de los esenciales, de la escalada, de los tratamientos, de las vacunas… sí, es muy difícil hablar de este 2020 y no caer en una profunda desolación, o terminar cantando “Resistiré” con las mismas pocas ganas que cantábamos el Vaporcito en las madrugadas de barbacoa.

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