OPINIÓN
Un Wall Street de piedra ostionera
A veces se nos olvida que Cádiz fue el centro del mundo, el lugar donde la historia tomaba su nombre
Mea culpa. El otro día me sacó los colores un sabio que es gaditano como el que esto firma aunque naciera, como lo hice yo, a casi 400 kilómetros de donde el mar tiene un hogar de piedra ostionera. Se equivocó Antonio Burgos, se equivocaba. ... Un gaditano nace donde le toca, si no, ¿quién iba a querer ver la luz lejos de donde se inventa?
Como le decía, callado asentí cuando Jesús Maeso de la Torre, uno de los pocos sabios que en el panorama literario actual han sido, se echaba las manos a la cabeza al pensar en el carácter derrotista gaditano, que toma por anécdota su historia cuando fue hazaña. Prometí arrojar al fuego mis artículos, éstos con los que usted hace penitencia cada semana, cuando, con la firmeza del que sabe de lo que habla, Maeso me dio el titular de la entrevista que podrá leer mañana: «Cádiz fue el Wall Street de la Edad Moderna, aquí es donde se decidía el precio de las cosas». Maeso, que habla de Cádiz como un adolescente de un amor recién estrenado, confiesa –Jesús, cuando un periodista dice que no apunta es que está disparando– que le emociona pasear por la ciudad de la Constitución, de Los Balbo, de los fenicios.
Mi primo Jesús («yo soy De la Torre y tú Latorre, venimos de la misma familia») me hizo lo que esas visitas que llegan a casa y, colocados en mitad del salón, te endulzan el día diciéndote lo bonito que es todo. Me prometí tras la charla que yo, con mi bic de paleto, trataría de plasmar algo del Cádiz que él pinta con su pluma de elegido. Una Cádiz de imprenta e ilustración, una Cádiz que era frontera y puerta de entrada al mundo, una Cádiz donde no había que mamar, que era madre, seno y leche.
Como en todas las casas ilustres, en las que abolenga tanto la vajilla como las costumbres de quienes las habitan, las tejas pueden caerse y los desconchones de las paredes deslucir lo que antes era prez vecinal. Cádiz ha sido ave Fénix miles de años antes de que colocaran la estatua en San Juan de Dios, ha dado fonda a Julio César para que pensara un ‘Non plus ultra’ que rubricó Carlos V y cantó Paco Alba. Es un Cádiz que acoge –a ver si Antonio Burgos va a tener razón– alumbramientos tardíos como el que tendrá, en los próximos carnavales, otro gaditano de Úbeda que nos recordará lo dichoso de tener una patria donde hasta la historia ha querido nacer.