Francisco Apaolaza - OPINIÓN
On the wagon
Ricardo F. Colmenero habla y escribe con dispersa precisión. Es una suerte de astronauta bohemio, un gallego en Ibiza
Ricardo F. Colmenero habla y escribe con dispersa precisión. Es una suerte de astronauta bohemio, un gallego en Ibiza. Charlamos en el congreso de columnismo que han montado Guillermo Garabito y compañía en León. En conversación con Juan Soto Ivars, Sergio del Molino y Nieto Jurado hablamos de la necesidad de escribir de nuevo sobre gatos, sobre lo que sea, fuera de pista. Paso unos días en abstinencia del Asunto, que es como le llama al Asunto Raúl del Pozo. Me propongo estar un tiempo ‘on the wagon’, que es como llaman los anglosajones a pasar un día sin probar el alcohol, cosa difícil en ese pueblo, tan amigo del moyate. No escribir de Cataluña es una pirueta imposible ahora que Pinito del Oro ha caído en la red de la eternidad.
Voy a intentar escribir de todo lo demás.
Ando perdido, porque a mi hija de cinco años le han cortado su pelo rubio que era la medida de todas las cosas. Me asalta en el aparcamiento de uno de esos centros comerciales de las afueras desde el que Madrid brilla de noche envuelta en resplandor lejano y naranja. Se monta en su lado de la parte trasera del coche que convierte en un vertedero de piezas de juguetes, pequeños tesoros y papeles de magdalenas. “A los Apaolaza nos gustan las aventuras. A veces tenemos miedo, pero no pasa nada, y somos un poco dráculas porque tenemos ‘cornillos’ (sic.)”. Y se toca el colmillo con el dedo índice. “¿Ves?”. Parece evadida en mundos distantes y de pronto baja el balón al césped de la realidad y resuelve con la creatividad de un delantero carioca. Cada vez más, Macarena resulta irrefutable. Hace un par de días no encontraba mi cuaderno de notas y andaba buscándolo a voces cuando ella me dio una pista desde el sofá: “Lo tienen los catalanes”. Vaya, he dicho ‘catalanes’.
Ya los niños no ven programas infantiles, ahora todo son dibujos. Antes nos explicaba el mundo Don Pimpón. Ahora, les cuenta la realidad la adaptación de Barrio Sésamo de los que fuimos a EGB y que se llama Ada Colau. Volví a pecar.
José María García está hecho un chaval. La semana pasada lo vi comerse una ensalada de tomate. Si sigue así terminará pareciéndose a Aznar, aunque solamente en los abdominales. García habla y el público entra en conversación con él en voz alta. Sigue siendo un mago. Cuenta García en ‘petit comite’ el día en que Raúl del Pozo andaba en las nubes de la radio y le Luis del Olmo lo pilló -cosa curiosa- distraído:
-Raúl.
-Qué.
-Qué piensas.
-De qué.
-De esto de la homosexualidad.
-Que quién con dos copas no se ha tirado a un amigo.
Reímos. Raúl del Pozo es un hombre de una dulce timidez casi adolescente que de vez en cuando tiene una manera rotundísima de hacerse presente, como un trueno de ingenio. García, ha comido con la frugalidad de un torero en tarde de compromiso. Mira desde dos ojos abiertos, redondos y brillantes como dos canicas recién limpias. Se fuma un puro grueso y corto. Del Pozo hace algunas buenas metáforas sobre Cataluña. Disculpen. Cataluña.
Hablamos de Borrell. Es un tipo sorprendente. Me contó un azafato -si es que aún se llama así a la tripulación de un avión- que adora las botellitas de vinagreta que sirven en los almuerzos a bordo. Espero preguntarle algún día si es cierta esa filia. ¿Dónde estabas, Borrell? Es curioso que no esté anunciado en las principales ferias. Me gusta. También tiene muy buenas ideas sobre... Ya saben ustedes qué.
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