Montiel de Arnáiz - ARTÍCULO
Vieja odiosa política
Una cosa es oponerse a las políticas disímiles de los grupos adversarios y otra distinta negar su debate
Aquién le importa que Rajoy le haga o no un ‘Tsipras’ a Sánchez en un paripé de reunión que sabemos que jamás iba a llegar a buen puerto. A mí no, desde luego. Lo que me preocupa es un vicio mucho más mundano y sangrante: perfilan la galaxia con ondas gravitacionales y nos volvemos locos de atar pero aquí abajo, en España, nuestra política resulta una suma de vetos y concilios que a nadie conmueven. Ejemplifiquemos: Versión alfa: si fulanito pacta con menganito, que se olvide de hacerlo conmigo. Versión beta: si los de otros colores proponen una ley o reforma legislativa, echémosla por tierra y deneguémosla.
Algo así ha sucedido en el Parlamento de Andalucía estos últimos días cuando el grupo parlamentario de Podemos presentó una proposición de ley de medidas urgentes para afrontar la emergencia habitacional y la pobreza energética que fue inadmitida a limine litis por sus señorías andaluzas. En el texto rechazado se hablaba entre otras cosas de la garantía de vivienda y suministros vitales (luz, agua y gas) a personas necesitadas, de la creación de un fondo de vivienda destinado al alquiler social, así como de la fijación a una baremación para hogares en riesgo de exclusión residencial.
La líder andaluza de Podemos, la roteña Teresa Rodríguez, se ha quejado amargamente al ser desestimada su propuesta con los votos en contra de los parlamentarios del PSOE de Susana Díaz, que han impedido ni tan siquiera empezar a hablar del asunto. Puede que haya habido piquete de ojos a un posible futuro acuerdo en Madrid o quizás sea simplemente otro ejemplo de la vieja odiosa política que tanto han criticado Rivera e Iglesias: la de al enemigo ni agua.
Creo que es un error ético, político y, desde luego, social. Debe haber líneas innegociables e intraspasables, concretamente las que se refieren a las personas en riesgo de exclusión o directamente en dicha situación. Una cosa es oponerse a las políticas disímiles de los grupos adversarios y otra distinta negar su debate. Vetar su discusión deniega a priori la opción de alcanzar acuerdos puntuales en situaciones sensibles, como son las que dimanan del mandato constitucional que muestra el artículo 47, tan etéreo e inmarcesible a veces.