Julio Malo de Molina
Viajar a las estrellas
La aventura es el deseo de estar en otro lugar, no necesariamente muy alejado, lo dice el Tao
La aventura es el deseo de estar en otro lugar, no necesariamente muy alejado, lo dice el Tao: «cuanto más lejos vayas, más tiempo perderás en el desplazamiento». La danesa Karen Blixen habla del viajero imaginario que no precisa equipaje; Emilio Salgari hizo de guía por el Caribe y el Mar de la China desde el escritorio de su casa burguesa en Génova; como Julio Verne nos llevó a la luna, al centro de la Tierra o al fondo del océano; o H. G. Wells al futuro en su Maquina del Tiempo.
Me he desplazado al municipio cántabro de Mazcuerras , donde nació y vivió Concha Espina, al cual la escritora llama Luzmela; aunque los lugareños prefieren el nombre originario, parte del ‘concejón’ o grupo de pueblos y aldeas que se asientan en el Valle Feliz.
Allá he disfrutado de una agradable conversación con Julio Arcas acerca de otros lugares más lejanos y menos conocidos; charlamos en un verde prau, ornado en su contorno por una frondosa alineación de: robles, fresnos, abedules, castaños y laureles; al este, el Monte Ibio; al fondo, la Sierra del Escudo; y al oeste, los Picos de Europa. Julio Arcas que participó en la Fundación Anomalía y en el Proyecto Ícaro, me cuenta sucesos que tuvieron lugar por esos parajes el año 1976, varias apariciones de un ser extraño al que se conocía como ‘El Hombrón’ , que a su vez tienen relación con leyendas campesinas del siglo XIX.
La reflexión sobre fenómenos anómalos nos lleva a hablar de los OVNI (UFO en inglés), y tan ameno como culto interlocutor explica dos acontecimientos que dan lugar a sendas fuentes de inspiración para los relatos e imágenes más frecuentes acerca del mundo alienígena: los platillos volantes y las aducciones. El 24 de junio de 1947, el piloto Kennet Arnold volaba cerca de Washington y observó nueve objetos frente a la cumbre de Rainer Mount que se desplazaban como platillos sobre una lámina de agua.
La manera en que los periodistas interpretan estos movimientos da lugar al nombre de la leyenda. En 1961 el matrimonio americano Bernie y Betty Hill viajaba en su coche cerca de la frontera con Canadá; un extraño accidente interrumpe su trayecto, del cual resultan afectados de amnesia, pero el psiquiatra Benjamin Symon consigue que recuerden a unos seres extraños, los cuales les trasladaron a un lugar para experimentar con sus cuerpos.
La teoría de la relatividad, la mecánica cuántica, y la teoría de las cuerdas, han puesto en crisis la capacidad de la física convencional para interpretar el mundo que habitamos. Más allá de las investigaciones racionales, los mundos desconocidos han configurado un universo cultural diverso y apasionante. Como la excelente literatura de Ray Bradbuty, Isaac Asimov, y tantos otros autores de ciencia ficción; el cine, el comic, la música y las artes plásticas.
Especial interés ofrece la obra de Fernando Calderón, excelente pintor y muralista nacido en Santander en 1928; Julio Arcas le propuso en 1998 la idea de una exposición sobre viajes espaciales, que da lugar a la muestra ‘Icaro en Urandia’, inspirada en los temas de ficción cósmica.
Sorprenden las imágenes de naves y seres espaciales de influencias plásticas diversas, desde Altamira a Solana. Calderón que falleció en 2002 sostenía: «Lo que nos obstinamos en llamar realidad no es más que una diminuta parcela del caos que hemos vallado y colonizado para no sucumbir al vértigo de un universo cuya magnitud y complejidad nos desborda».
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