EL APUNTE - OPINIÓN

Un verano a medio gas

Cádiz ha perdido pulso para atrapar a los turistas en vacaciones. La capital prescinde de sus principales señas de identidad, el ocio y las tradiciones, y corre el riesgo de caer en el aburrimiento

LA VOZ

«Cádiz ya no es lo que era». Se trata de una frase hecha y nostálgica que resume, en cierto modo, el declive de una ciudad que se ha caracterizado durante los meses de verano por exportar ocio y tradición. La capital de la provincia ha perdido pulso para atrapar a los turistas y ha caído en algo tan peligroso como la desidia. De seguir así, la ciudad puede sucumbir en el aburrimiento. Es culpa de todos. De los de antes y de los de ahora. Las tradiciones gaditanas se han ido perdiendo con el paso del tiempo de la misma forma que el levante barre la arena de la playa. Un repaso a los últimos quince años de vida gaditana pone de manifiesto como la ciudad se ha empobrecido en materia de ocio. Las galas de Carnaval y unas pinceladas de flamenco mantienen viva la llama de los festivales veraniegos. Sin embargo, qué fue de la Velada de los Ángeles, del cine de verano en La Victoria o de la programación del Teatro Pemán. Cádíz contó en su momento con una feria de verano en la plaza de San Antonio que fue referente de las noches de verano. Nadie se ha preocupado por rescatar un evento similar, que cubra el vacío de aquellas noches de fiesta. Pero si hay una ausencia irreparable en el verano de la ciudad es la del TeatroPemán. Miles de gaditanos y de veraneantes esperaban con impaciencia su programación. El escenario del parque Genovés era un referente del verano en Cádiz, capaz de aglutinar espectáculos para todos los gustos y edades. La iniciativa del anterior equipo de Gobierno de reconvertirlo en un gran teatro al aire libre, con más comodidades y mejor acústica, fue bien recibida pero la crisis, la maldita crisis, ha enterrado una obra que demanda ahora la ciudad con urgencia. Alguien tiene que devolver al Pemán su esplendor para que brille en las noches de agosto como lo hacía antaño de manera modesta. Atrás han quedado también los campeonatos deportivos y en el fondo del pozo se hundirá también una tradición que alumbró la ciudad de Cádiz como fueron las barbacoas del Trofeo Carranza que, por ambición política, han terminado por convertirse en un botellón consentido en mitad de la playa. Nadie se ha preocupado por mejorar el ambiente de las barbacoas. A final se echa el cierre a una fiesta que se fue de las manos.

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