Ignacio M. Bustamante - OPINIÓN

Vayan desfilando

Amanece en estos días un año 2016 que debe ser el del golpe definitivo encima de la mesa de la corrupción

IGNACIO M. BUSTAMANTE

Amanece en estos días un año 2016 que debe ser el del golpe definitivo encima de la mesa de la corrupción. Sin duda, en este país tenemos numerosas asignaturas pendientes de aprobar, pero esta es la más importante de todas. Durante los próximos meses desfilarán por los juzgados los más variopintos personajes, desde el matrimonio Puyol a Urdangarin y su Infanta esposa, pasando por los impresentables Rodrigo Rato y Luis Bárcenas. Ya más cerca de aquí deberíamos ver sentarse en los correspondientes banquillos a Chaves, Griñán y todos sus adláteres de la Junta. Y aún más cerca, confiemos en que la Justicia sea también capaz de resolver el Caso Bahía Competitiva y de depurar todas las responsabilidades de cuanto se mangó en Zona Franca. Ojalá de verdad 2016 sea el año en que todos los españoles podamos quedar convencidos de que quien la hace la paga. Y que no habrá impunidad para nadie, llámese como se llame. Apellídese como se apellide. Sin excepciones. Aunque no debemos olvidar que este es un papel que incumbe única y exclusivamente a los profesionales de la Justicia. En sus manos está que recuperemos la fe o que definitivamente nos convirtamos en una república bananera. A día de hoy, nos encaminamos más a esto segundo, porque el gran daño que han hecho todos estos y otros muchos mangantes no es el dinero robado. Que también. El verdadero dolo es haber dado alas a personajes mediocres que han sabido abanderar ese discurso para desviar la atención de lo importante, que es la gestión. Un político debe ser evaluado por su gestión. Lo demás es farfolla. Afortunadamente, en España no somos tan fariseos como en otros países en los que alguien puede despedirse de su carrera política por echar una cana al aire con una camarera. O camarero. O becaria. O becario. Pero sin embargo somos especialistas en meter a todos en un mismo saco, en generalizar, en tomar el todo por la parte. Y así nos va. Al que haya metido la mano, como si se le corta. Lo que haga falta. Sin excepción. Pero al que no, juzguémoslo por sus acto políticos. Por si es un hacha o un torpe redomado. Pero sin distraernos de lo fundamental. De lo que afecta a nuestras vidas y nuestros bolsillos.

Y es que por más que se empeñen los nuevos Robin Hood de la política, los salvadores de los pobres frente al yugo de los ricos–ladrones, lo cierto es que la recuperación económica empieza a ser una realidad, aunque no es menos cierto que por estos lares tardará más en llegar que a cualquier otro lugar. Como siempre ha ocurrido. Y difícilmente lo hará con un mínimo esplendor, porque no lo ha hecho desde hace siglos. Pero debemos tratar entre todos de que así sea. De aportar cada cual su granito de arena para crear riqueza y labrar un futuro más próspero. No un futuro en el que el único objetivo sea tapar boquetes, poner parches, porque entonces si que estamos abocados a la mayor de las ruinas.

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