Nandi Migueles
La Vanidad
El otro día en un programa de radio con audiencia nacional, le oía decir al gran escritor barcelonés Eduardo Mendoza que la vanidad es el peor enemigo de los artistas, mencionaba
El otro día en un programa de radio con audiencia nacional, le oía decir al gran escritor barcelonés Eduardo Mendoza que la vanidad es el peor enemigo de los artistas, mencionaba. Yo me atrevo a añadir algo más a esa puntualización del gran maestro. La vanidad es el enemigo de cualquiera que hace algo mejor que los demás. En el Carnaval encontramos a tantos vanidosos que descubren esa particularidad reluciéndola al poco tiempo de haber logrado algún triunfo artístico sin pretenderlo.
El que gana premios la saca a florecer porque se cree que es el mejor y el que pierde te la muestra porque sigue en sus treces de que era el mejor. La vanidad en nuestros autores llega a límites insospechados. Aún así se les podría soportar tal deslucido atributo, si sus obras fueran perdurables en la historia y en la memoria cultural de nuestras coplas. Sin embargo es inadmisible la vanidad o falta de modestia de los intérpretes de nuestro Carnaval. A ellos se les nota al día siguiente del fallo del jurado. Si han ganado, se pasean por las calles de Cádiz con una supremacía y suficiencia que lo único que faltaría para su grandeza es que fueran bajo palio. Y si han perdido deambulan solamente por aquellos parajes donde son agasajados durante el resto del año y donde su maestría vocal se hace cómplice de alguna invitación vinícola y pelotera. Hay muchos que cantan casi mejor que el mismísimo Plácido Domingo y lo digo en serio, otros que modulan la voz tan bien o mejor que el ilustre Carlos Gardel y otros que cantan con más gusto y paladar que el propio Pablo Alborán. Guitarristas que para nada tienen que envidiar a los grandes maestros del toque clásico o flamenco y percusionistas que podrían estar en cualquier banda de rock sinfónico o latina. Todas estas características que poseen y que los hacen virtuosos del cante y de la ejecución son dignas de admirar y de reconocer sin ningún tipo de sarcasmo ni devaluación.
Son grandes cantantes y magistrales músicos de muestra tierra de los cuales me siento muy orgulloso de llevar su mismo apellido de gaditano. Les reconozco sus cualidades como artistas y espero que triunfen más allá de nuestras fronteras ya que ello ofrecerá de camino llevar el arte y el nombre de Cádiz por todos los lugares. Les valoro su trabajo, sus ensayos, su esfuerzo por hacerlo cada vez mejor. Les agradezco su constancia y su perfeccionamiento continuo del cual los aficionados nos vemos recompensados cada año. La vanidad devalúa a las personas. Los mejores artistas que conozco suelen ser casi siempre los más humildes. Hay grandes escritores de Cádiz que tienen publicados decenas de libros y no presumen ni tan siquiera de uno de ellos. Hay dibujantes de nuestra tierra con una maestría en sus obras descomunal y que cuando entablas una conversación ni te imaginas de lo que es capaz de hacer con un lápiz en una hoja en blanco. Directores de orquesta gaditanos con más talento que tantos vanidosos juntos y cuya modestia le impide ser más conocido y arrollador que éstos. Hay jóvenes cirujanos que asustan por su juventud y con más respeto y sencillez que cualquiera de los que les hablo. Podría poner tantos nombres de tanta gente humilde y sin vanidad de nuestra ciudad lo mismo que podría poner tantos nombres de tanta gente engreída y vanidosa que hay en nuestro Carnaval.
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