Montiel de Arnáiz - OPINIÓN
Te vamos a f@llar
Los carteles representan a cuatro políticos de primer orden dispuestos a Susana Díaz con aire chulapo
Los carteles representan a cuatro políticos de primer orden dispuestos a Susana Díaz con aire chulapo, fusta en la boca y sobrada de pechuga, Mariano Rajoy trajeado y haciendo ademán de impulso hacia el interior de alguien, Albert Rivera remedando su cartel electoral de antaño, mostrando su cuerpo desnudo al elector, y Pablo Iglesias agarrando su entrepierna mientras saca la lengua con solaz. Es la agresiva campaña publicitaria del salón erótico de Madrid, un doble duplo fotográfico que satiriza a los cuatro líderes y que lanza un mensaje encriptado: nos van a fallar... o algo peor.
Lo primero que llama la atención es que el salón erótico ha brindado a su público un spoiler de las primarias socialistas, aunque sinceramente creo que Pedro Sánchez le hubiera dado más juego al salón. Ocurre que este tipo de eventos son muy pero muy feministas y había que ser paritarios, de ahí que aparezca en escena la de Triana, melenaza rubia, mandamasa de toda la vida.
Rajoy y Rivera son como son, españoles y mucho españoles, soseras y poco guays; sólo están porque deben, para que el juego sea redondo. El Presidente del gobierno y el delfín liberal me recuerdan a la caracterización que de ellos ha hecho en alguna ocasión el humorista José Mota: simpáticos pero desangelados.
El premio se lo lleva, sin duda, Iglesias. Su atuendo perfecto, la carita pajillera de alguien que te azotaría hasta que sangraras y, como he dicho antes, esa lengua, que es su signo distintivo e identitario desde que apareció su rostro en las papeletas de la europeas. Pese a su tono monocorde, Pablo Iglesias tiene labia de sobra y su lengua, hacedora de grandes discursos como el que ofreció en su día a Pedro Sánchez antes de clavarle la sica, sin duda ha hecho felices a quien ha estado cerca de él, como Irene Montero, Tania Sánchez y puede que hasta a Íñigo Errejón.
Lo preocupante sigue siendo la banalización de la política, el descrédito que permite este tipo de campañas buscadoras de escándalo. El español de a pie se está convirtiendo en un friki aunque lo niegue y consume gustoso este tipo de productos. Y lo peor es que el lema refleja una verdad indubitable.
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