IGNACIO M. BUSTAMANTE
Unidad ante el terror
El horror se nos presenta ante nuestros ojos ‘on line’, y el nerviosismo, el temor y la estupefacción se apodera de la mayor parte nosotros
Resulta del todo imposible reflejar con exactitud y negro sobre blanco las sensaciones que nos recorren a todos tras noches como la del pasado viernes. Una de esas negras jornadas en las que las imágenes empiezan a sucederse en las televisiones de forma un tanto caótica –pues van contando los hechos minuto a minuto– y en las redacciones de los periódicos van entrando los teletipos en cascada. El horror se nos presenta ante nuestros ojos ‘on line’, y el nerviosismo, el temor y la estupefacción se apodera de la mayor parte nosotros.
Es uno de esos días en los que todos recordaremos dónde estábamos y cómo lo vivimos, al igual que ocurriera con los atentados de las torres gemelas o el 11M. Con una diferencia, eso sí, en forma de redes sociales. En aquellos dos casos la información se limitaba a la tele, la radio y las ediciones digitales de los periódicos. Ahora, con facebook y, sobre todo, con twitter, tenemos acceso a muchos más datos, aunque no siempre del todo fiables. Por twitter pudimos asistir a dos hechos que retratan fielmente la grandeza del pueblo francés. El primero de ellos fue el hastag #PorteOuverte (puertas abiertas), a través del cual miles de vecinos de París ofrecían cobijo o alojamiento a todos aquellos ciudadanos que no tuvieran dónde refugiarse cuando el Gobierno francés pidió que nadie saliera de su casa. Más de 190.000 mensajes de ayuda hablan a las claras de la ‘fraternité’ gala.
Y la segunda y estremecedora imagen que llegó a nuestros dispositivos electrónicos en forma de vídeo fue la del desalojo del estadio nacional de París. Cientos de aficionados abandonando el recinto entonando la Marsellesa, su himno nacional. Todos a una. Lanzando un mensaje claro a los bárbaros terroristas: no podréis con nosotros. Estamos unidos. Somos millones de franceses, pero todos somos uno. Ese vídeo pone los pelos de punta y al mismo tiempo provoca una cierta desazón. O envidia. En España no somos así. Aquí nos empeñamos en dividirnos en dos facciones. Pudimos volver a comprobarlo en la noche del viernes. Muchos de los mensajes que se lanzaban a la red desde nuestro país eran de apoyo incondicional ante el terror. Pero demasiados aprovechaban también para abrir aún más la brecha. En uno y otro bando.
Los españoles seguimos instalados en el absurdo de acusar de ‘facha’ a cualquiera que ose exhibir una bandera rojigualda. O de rojo al que sienta más simpatía por la republicana. Con determinados asuntos resulta indecente tratar de atacar a quien no coincide con tus ideas políticas. Líneas rojas en las que no cabe sino la unión sin fisuras. Los franceses lo tienen claro. La mayor parte de Europa lo tiene claro. Los españoles no. Como en tantos otros ámbitos de la vida, vamos por detrás. Viva Francia.