Chapu Apaolaza - Opinión
Trump eres tú
Cuando crees que tu pueblo es el elegido y mejor que los demás, y cuando juzgas al distinto, eres Trump
Dijo el maestro Esplá que nos cuesta desactivar nuestros miedos, nuestras obsesiones y nuestros fantasmas porque les hemos dado la vida con nuestros propios argumentos.
También Trump está hecho con los retales de nuestra sociedad. Es poderoso porque lo hemos fabricado nosotros. Nosotros, ustedes, hemos puesto a Trump ahí. Trump eres tú cuando gritas por la ventanilla del coche y también eres tú cuando hablas a los demás como si fueran bobos.
Eres tú cuando bebes demasiado y te enciendes, y crees que tus argumentos son los únicos. Cuando gritas, cuando linchas al contrario aunque tenga la razón y cuando proteges al propio aún cuando se equivoca. Cuando te cierras en banda, cuando vas por ahí hablando de «los putos moros» refiriéndote a los yihadistas, cuando hablas de catalufos, de vasquitos, de sevillanitos, cuando sostienes que los andaluces son unos vagos vampiros del estado, o los del Madrid, unos chulos, los de la Real Sociedad, unos etarras, los castellanos, siesos, los de Podemos, guarros, los homosexuales, viciosos y enfermos o que los alemanes no pillan los chistes.
O cuando no puedes entender cómo a alguien le gusta algo que no te gusta a ti, lo que sea: el cine de Polanski, el sexo en grupo, la misa diaria, los piercing o las corridas de toros y crees que ha llegado el momento de prohibirlo, que basta ya de lo que sea.
Cuando crees que tu pueblo es el elegido y mejor que los demás, y cuando juzgas al distinto, eres Trump. También eres Trump cuando enchufas en el curro a tu primo que no sabe hacer la ‘o’ con un canuto, cuando le pisas el cuello al que es bueno en tu equipo de trabajo por miedo a que alguien se dé cuenta de que es mejor que tú y que en realidad no vales un duro. O cuando no soportas que el vecino triunfe porque quizás te haga plantearte, un lunes a las cuatro de la mañana en pleno ataque de insomnio, que en realidad no tienes mala suerte, sino que eres un zángano. O cuando deseas con todas tus fuerzas que el que ha triunfado caiga del pedestal para despedazarlo. Cuando dices «ya te cogeré».
Puede que no tengas la casa alicatada en dorados hasta el techo, pero también eres Trump cuando lo importante de una mujer en una reunión es si tiene o no un polvo, o si cuando esa mujer juega con tus reglas de machito y te parte la boca con un comentario, zanjas cualquier diferencia sugiriendo que en casa a esa no le dan lo que le hace falta.
También en las redes, cuando compartes en tu muro noticias a sabiendas de que son falsas porque benefician al partido al que votas, al equipo al que apoyas o al grupito al que crees que perteneces, eres Trump.
Cuando dices que esto o aquello lo solucionabas en dos patadas. Cuando das lecciones sobre cómo alguien debe recordar la muerte de un ser querido, cuando te lanzas al cuello del que se ha equivocado, cuando siembras por el mundo tus comentarios miserables, amenazantes, excluyentes, racistas, simplificadores y bobos, eres un pequeño Trump.
La clase política no es más que es el espejo roto y ahumado de nosotros mismos, pero aún no lo sabes, porque eres un estúpido.
Igual ahora Trump soy yo.
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