La Voz de Cádiz
Tres caminos y diez años
Resulta inexplicable que un nudo clave en el tráfico pase un verano tras otro sin las obras presupuestadas
En muchos países del mundo, con mucha más tradición democrática, ininterrumpida, con mucha más experiencia en el debate público y con mejores resortes para controlar las derivas partidistas, sería inexplicable que una obra incluida en los Presupuestos Generales del Estado o en los de la Junta de Andalucía se mantengan sin arrancar un año tras otro, un verano tras otro.
Es el sangrante caso del imprescindible nudo de Tres Caminos que conecta toda la Bahía de Cádiz (con casi medio millón de habitantes), Jerez (con otro cuarto de millón a sumar) y el área metropolitana de Sevilla (añádase otro millón largo) con una de las mejores zonas litorales de toda Andalucía. No hay alternativa, sin dar un gran rodeo a través de la Jerez-Los Barrios, para llegar desde esos grandes núcleos de población hasta uno de los mayores atractivos playeros de Andalucía y España, formado por el eje Chiclana-Tarifa, es decir, más de media línea de costa de la provincia.
Un verano tras otro se condena a todos los usuarios a sufrir atascos largos y molestos si quieren disfrutar esas playas y municipios maravillosos. El alcalde de Chiclana se quejaba de forma amarga, esta misma semana, de que miles de visitantes o vecinos llevan años adelantando su salida de esta ciudad, con el perjuicio que eso supone, para compensar el tiempo que pasarán atascados dentro del coche.
Las reivindicaciones dieron paso al debate y la breve discusión parlamentaria, a la dotación presupuestaria. Pero desde el principio de la reclamación hasta ahora han pasado más de diez años sin que se mueva una piedra, sin que aparezca la primera excavadora. Ministros socialistas, populares, otra vez socialistas y otra vez populares han pasado por el despacho sin ser capaces de poner en marcha una ampliación de necesidad obvia.
Ningún partido tiene motivos para reprochar nada a otro porque todos han actuado con la misma e inexplicable impericia, con la misma e inexplicable incapacidad para transformar el proyecto en realidad. Van pasando veranos, y nada. En cualquier otro país, con una democracia más afinada, alguien habría tenido que dar cuentas.
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