La torpeza que pagamos todos

La sociedad debe actuar con mesura ante tal concatenación de crisis para no agravar los problemas

La Voz

España, el mundo, se ha acostumbrado a vivir en un apocalipsis diario. Pandemias, guerras, terremotos, volcanes, depresión económica... la ciudadanía se ha sumido en un estado de ansiedad perpetua que le ha llevado a perder los nervios. Esta semana ha quedado marcada por la huelga ... de los transportes y el temido desabastecimiento, responsabilidad compartida entre los parones de los manifestantes y el miedo exagerado a quedarse sin los productos de primera necesidad.

En Cádiz ha habido escasez de ciertos bienes y en momentos puntuales, pero no un desabastecimiento real. Y sí, han subido los precios por la correspondencia a su alta demanda, mandando la ley del mercado. Por ello, lejos de la ‘infoxicación’, los medios debemos ejercer nuestra labor con prudencia y exactitud, huyendo de mensajes alarmistas que transmiten una sensación irreal de la situación.

Sí es manifiesto el descontento general por la asfixia a la que le somete la inacción del Gobierno de España. Suben los precios de la luz, gasolina, aceite, los impuestos, la carne y el pescado, y Pedro Sánchez le carga todo el peso a Putin, cuando la terrible inflación ya se sentía en los bolsillos semanas antes de que cayera la primera bomba sobre Kiev. No cuelo, y por ello la izquierda ya teme haber perdido el favor de la calle, cambiando el discurso de la legítima protesta por los violentos piquetes alentados por la ultraderecha.

La tensión no beneficia a nadie al igual que este clima beligerante perjudica a todos. Desde el pescador al que su faena sólo le da para echar gasolina a su barco hasta el cliente que paga a precio de oro la merluza. Una cadena con diferentes eslabones, todos dañados: transportistas, comerciantes, tenderos, restauradores y hosteleros.

Se avecina una semana dura en la que se puede recrudecer el conflicto, pero es menester mantener la prudencia y no lanzarse de nuevo a la compra de víveres como en las películas de desastres naturales. Porque la torpeza de unos pocos, los de siempre, como es habitual la pagamos entre todos.

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