OPINIÓN
Todos somos «¿a que sí, cariño?»
En las alianzas políticas de estos días todos los elementos de los despachos están sujetos a renovación
«¿A que sí, cariño?» Una frase que, en cualquier momento, todos podríamos firmar. «Hace muy bueno en la playa, ¿a que sí, cariño?» «‘Juego de Tronos’ está sobrevalorada, ¿a que sí, cariño?» «Es el alcalde el que eligen los vecinos y es el vecino ... el que quieren que sea el alcalde los vecinos, ¿a que sí, cariño?» Sin embargo, esas cuatro palabras han copado una capciosa cantidad de titulares, obligado opiniones y titilado en toneladas de tuits. La historia, si han leído algo de prensa en los últimos días, la conocerán. Virginia Moreno, pareja del director general de Educación, llegaba al despacho de su marido y, en un tono desenfadado propio de las redes sociales, proponía en un vídeo hacer unos cambios de decoración. ¿A que sí, cariño? Sus palabras han retumbado más que el cierre de líneas en la educación pública, que la inexistencia de un plan serio para la climatización en los colegios o que la falta de políticas sinceras que reduzcan de una manera drástica la interinidad en las escuelas andaluzas. La anécdota sirve, una vez más, para ocultar todo un bosque. Somos los periodistas (empujados por el tren de las redes sociales) los primeros culpables.
Esta semana, se terminarán de cerrar las posibles alianzas para determinar alcaldes y puestos en Diputación. Impotentes asistiremos al intercambio de cromos (como si fuera uno de esos colegios llenos de parches) de un alcalde en un pueblo para lograr una concejalía en el vecino. Cómo quienes en campaña eran Montescos y Capuletos ahora se aman como sus díscolos hijos es un misterio mayor que el de la Santísima Trinidad. E igual de incuestionable. Ese señor que pretendía hundir al pueblo puede convertirse en el teniente de alcalde de quien lo acusaba. Pura magia, ¿a que sí, cariño?
Nos hemos acostumbrado tanto a que lo público funcione como un coto privado que ya nada nos llama la atención. Sólo el chocante chirriar del chascarrillo nos mueve para que todo siga igual. En los próximos meses, conforme se vayan resolviendo los puestos de responsabilidad que se reparten en las distintas administraciones, comprobaremos cómo se reubica a los que se quedaron fuera, a quienes no tienen más oficio que el deletreo impecable de sus siglas ni más beneficio que el que le procura una nómina abonada entre todos. En ayuntamientos (a ver qué sucede en Cádiz con determinados acuerdos con el demonio), Diputación (y sus extraños compañeros de cama) y organismos del Estado hay muchos despachos por asignar. Los cuadros, no me tire usted de la lengua, no serán sus principales adornos. Cádiz es buen ejemplo, ¿a que sí, cariño?