El Apunte
Todos los días sean sin coche
El ensayo de la plaza de España debe suponer un avance en la peatonalización
La celebración de jornadas como el día sin coches sirven de bien poco en la práctica. Nadie notó ayer un menor volumen de tráfico ni cambio alguno en la actitud de ningún vecino. Pero, si bien no tienen efectos prácticos, al menos conviene que sean una excusa para la reflexión de algunos ciudadanos y que algunos conceptos vayan calando poco a poco, simplemente porque son beneficiosos para la comunidad. A las ciudades de la provincia de Cádiz, a las mayores, más históricas, antiguas y pobladas, les quedan pocas industrias más allá del turismo y el comercio, entendidos como una oferta de ocio, hostelería y cultura para distintos tipos de público, de diversa procedencia, edad, y poder adquisitivo, en distintos momentos del año.
Si todos esos vecinos o visitantes potenciales, españoles o extranjeros, muy jóvenes o muy mayores, tienen un interés común es el de la calidad de vida. Ninguna prioridad como la calma, el reposo, la pausa y el paseo cuando se visita algún destino turístico en el que conocer y disfrutar. Para conseguir, mantener o ampliar esa sensación de tranquilidad, el tráfico rodado es un gran obstáculo. En cualquier gran ciudad, o incluso pueblo diminuto, en un paraje rural, es necesario acotar y regular el paso de automóviles y motos para que la experiencia turística sea tal, para que el recuerdo aconseje el regreso, o la recomendación, a otros.
El Ayuntamiento de Cádiz parece compartir esta idea tras ensayar el cierre al tráfico en una de las plazas más importantes para la primera impresión turística de la ciudad, la que acoge la sede de la Diputación Provincial y el monumento a la Constitución de 1812, la célebre Pepa.
En el plan que debaten estos días vecinos, comerciantes y responsables político hay una apuesta mayor por la peatonalización. Aunque el Ayuntamiento de Cádiz –con este gobierno y con el anterior– avanzó en el cierre de calles y zonas como San Juan de Dios al tráfico, ha llegado el momento de retomar esa filosofía y avanzar algunos pasos más. Un casco antiguo que tiene su mayor distancia posible en 1,8 kilómetros en línea recta y que tiene en el turismo cultural y nacional una de sus escasas esperanzas económicas debe abrir cada año más vías al paseo y cerrar plazas y enclaves al motor, siempre que se respeten unas zonas estratégicas para aparcamiento, transportes públicos, carga y descarga.