Adolfo Vigo - OPINIÓN
Tierra a la vista
«No vaya a ser que dentro de quinientos veintiséis años aparezcan unos Maeses llamados Kichi, Iglesias, Errejón y las damiselas Carmena o Colau y nos acusen de aniquilar a estos pobres indígenas indefensos…»
«Tierra a la vista», gritó Rodrigo de Triana. Después de meses de navegación llegaron a las costas de lo que creían que era la India. Tras los primeros momentos de incertidumbre, Cristóbal Colón mandó arriar la barca armada para pisar tierra. Una vez desembarcaron y pisaron las arenas de esas nuevas playas salieron a su encuentro.
Eran bajitos, morenos y no tenían precisamente los ojos rasgados. «Mire usted, Maese Colón, que creo que estos no son los indios que andamos buscando y me da que esto no es Cipango», le dijo Alonso Pinzón. «Que sí, Pinzón, que estas son las tierras que buscamos, deja de ser cenizo». A lo que su hermano Miguel Yáñez le replicó: «Mire usted, Almirante, que lo mismo nos hemos equivocado de continente y estamos conquistando a una nueva civilización… No vaya a ser que dentro de quinientos veintiséis años aparezcan unos Maeses llamados Kichi, Iglesias, Errejón y las damiselas Carmena o Colau y nos acusen de aniquilar a estos pobres indígenas indefensos…»
Eso podría haber ocurrido si en algún momento aquellos que cruzaron el océano Atlántico para mayor gloria de nuestro país y de nuestra cultura, y, por qué no, también para la de sus bolsillos, hubiesen sabido que hoy en día habría una cierta casta en nuestro país que se avergonzaría de haber descubierto un nuevo continente, de haber iniciado «un período de proyección lingüística y cultural más allá de los límites europeos», como dice la Exposición de Motivos de la Ley 18/1987.
Y es que hoy celebramos el día de la Hispanidad, el día de la nación española, el mismo día en el que Cristóbal Colón desembarcó en las costas de América abriendo las puertas de la expansión de nuestro país hacia un nuevo mundo más allá del conocido viejo continente.
Hoy es el día de España, y que quieren que les diga, me siento orgulloso de ser español, de vivir en España, de cada una de sus ciudades, de sus pueblos, de sus costumbres y de sus culturas. Hasta de aquellas que si de por ellos fuera vivirían al margen de todos nosotros y de espaldas a este país. Y es que España no es solo sus políticos corruptos, esos empresarios explotadores, esa banca sin alma incapaz de negociar ante un desahucio. España es su gente, esos ciudadanos de a pie que día tras día trabajan por levantar un país, su país, nuestro país.
Me siento orgulloso de mi bandera, de sus colores rojo y amarillo, me gusta ver ondear la bandera de mi país, me enorgullece escuchar su himno. Y si por todo lo anterior alguien me tacha de «facha», pues bienvenido sea, porque lo que tengo claro es que nunca me avergonzaré de lucir mi bandera como hacen algunos y sin embargo después se ponen una camiseta con la de Estados Unidos, o un chándal con la de Venezuela, o un chaquetón con la de Alemania, por poner un ejemplo.
Me enorgullece su ejército, sus cuerpos y fuerzas de seguridad que vigilan día tras día porque tengamos un país seguro en el que vivir en democracia, jugándose la integridad por todos y cada uno de sus habitantes.
Por eso, no me avergonzaré nunca de la historia de mi país como hacen cuatro renegados que viven anclados en el resentimiento de un pasado que se niegan a superar.
Por eso, en este día tan señalado, solo puedo terminar mi columna con un solo grito: ¡Viva España!
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