El Apunte
Un tiempo nuevo
La petición del PSOE de una campaña respetuosa debe dejar atrás los tiempos del escrache
Sólo hay que recordar la no tan remota moda de los «escraches» para entender que vivimos en una de las etapas de mayor crispación social y política desde la Transición. Nunca como hasta ahora han aparecido extremismos políticos que permanecían arrinconados en su minoritaria insignificancia, ... al menos en España. Bien con coartadas nacionalistas, bien con tics autoritarios, cada vez son más los que se atreven a presentarse orgullosos, sin pudor. Aquel perverso y antidemocrático hábito de acosar a los representantes públicos incluso en sus domicilios, es decir, a sus inocentes familias, se hizo común hace apenas ocho años y pareció un prólogo de la situación actual. Aquellos gestos, estas apariciones y un panorama polarizado como apenas se recuerda son síntomas que, a su vez, agravan el nerviosismo antidemocrático. Aunque buena parte de ese malestar parece reconducido en distintas formaciones políticas y la mejora de la economía, o el descenso del paro, hace de calmante, aún quedan retazos de violencia que parecen latentes. La campaña electoral iniciada en Andalucía hace apenas 24 horas debe ser un ejemplo de que esa etapa ha pasado. Los dirigentes socialistas incidieron en los actos de apertura en la necesidad de usar siempre la corrección y la educación en el intercambio público de propuestas y reproches, de críticas que nunca deben llegar a la descalificación.
Las sesiones plenarias del Ayuntamiento de Cádiz, sin ir más lejos, han sido en los últimos años un ejemplo del clima de tensión a evitar, con enfrentamientos en el público, insultos y plantes entre los concejales o peticiones de gaditanos desesperados por el paro o el desahucio. Podemos y el movimiento que lo sustenta se beneficiaron en el mandato anterior –en tiempo de escraches–de algunas protestas mediáticas, teatralizadas y exageradas que se hicieron muy conocidas gracias a la oportuna presencia de cámaras y micrófonos. Después, y tras prometer toda la ayuda para toda la gente, como si eso fuera posible, los ciudadanos entendieron que los problemas no desaparecen con soluciones sencillas, rápidas ni universales.
Los votantes deben dejar atrás una etapa en la que los gritos y los bocinazos, los exabruptos, tenían recompensa. Los candidatos están en la obligación cívica de dar ejemplo y los llamados a las urnas, de dejar claro que no están por respaldar a faltones.
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