José Landi
Teófila y adiós
Todas las religiones, tan temibles, tienen un tiempo para el recogimiento
Todas las religiones, tan temibles, tienen un tiempo para el recogimiento. Es la introspección, tan conveniente si se dosifica, que viene a enfrentar a cada cual consigo mismo. Los ajenos a todas ellas, también lo practicamos. Yo recojo cada mañana, después de comer y por la noche. Todo el mundo se recoge, en Cuaresma o cuando toca. Teófila Martínez –la alcaldesa que parecía eterna y demostró que nadie lo es– también se recoge de la política local. Por más que inesperado, es natural y –faltaría– respetable. Más llamativo resulta que lo haga con una ceremonia de reivindicación en diferido que resalta exactamente el error que le costó dejar el bastón de mando en manos de un hombre que biológicamente podría ser su nieto y políticamente lo es. Durante su solemne anuncio de retirada, llegó a referirse a sí misma como «ésta que está aquí» antes de leer una larga lista de logros como alcaldesa. La culminó diciendo que «sólo sabe hacer posible lo imposible». Nada más. Arsa. Cuesta discutir que durante sus primeros 12 años en el cargo protagonizó, en solitario, una espectacular transformación de la ciudad. Como no se ha visto en 50 años. Le inyectó autoestima y mejoras de forma memorable.
En los últimos, en cambio, dejó que la tozudez, mutua, con la Junta y la incapacidad para llegar al listón que se había puesto agravasen el inevitable cansancio de los vecinos. O no quiso o no supo frenar a los obsesos y soberbios propagandistas que convirtieron cada logro en un estribillo insoportable. Dejó hacer a los que llenaron casas, calles, periódicos y autobuses con su cara y sus eslóganes, tan pesados como todos, ciertos o no. Es llamativo que en su adiós machaque lo que hizo, como si no lo hubiera dicho hasta la extenuación (literal) del vecino votante. Y ahora, con el agravante de tres años de retraso. La impertinencia consiste en hacer algo en el tiempo equivocado. Así que esta letanía resulta, ahora, impertinente. Si fue ineficaz en 2015 para conservar su enorme y legítimo respaldo electoral, a qué pensar que conviene 36 meses después. La histórica alcaldesa califica, ahora, su etapa de dos décadas como llena de «resultados magníficos». Es tan cierto como difícil escuchárselo a ella. Olvida que la opinión que tenga sobre su propio trabajo –como yo del mío, como usted del suyo si trabaja cara al público pero a la enésima potencia– es poco más que irrelevante. Es la opinión de los demás, votantes en este caso, la vinculante y esencial. Esos dijeron, en número suficiente aunque ganara las elecciones, que esa labor ya no era tan buena, que igual el Doce –y el once, el trece...– no fue como ella cree que fue. Los aduladores provocaron un empacho que acabó en intoxicación. Y asombra ver venir de nuevo la misma cuchara volando. Ese pasado es patrimonio político de su partido, que tiene el derecho de aprovecharlo. Los ciudadanos, en cambio, son los únicos que tienen el de valorarlo. Y, por cierto, no es ahora.
Ver comentarios