Francisco Apaolaza

Tanques y botellines

Bernard Weinraub, escribió esto en ‘The New York Times’: «Olviden a John Wayne, a Clint Eastwood, y a Rambo. Conozcan al ‘macho’ Mike Dukakis»

F. APAOLAZA

Sus asesores sabían que al candidato demócrata Mike Dukakis no le quedaban bien los sombreros, pero esa mañana de 1988 en las instalaciones de General Dynamics, apareció subido en un tanque Abrams M1A1 de 68 toneladas, vestido con un casco son su nombre en la frente, sonriente, levantando el dedo en señal de victoria. Quería refrendar su capacidad militar frente a Bush, su rival y resulta que quedó como un imbécil. El asesor de Clinton Josh King recuerda en un artículo delicioso en Político que, al verlo aparecer sobre el carro blindado, a alguien en la tribuna de periodistas le entró la risa y en adelante la prensa lo pasó en grande. Bernard Weinraub, escribió esto en ‘The New York Times’: «Olviden a John Wayne, a Clint Eastwood, y a Rambo. Conozcan al ‘macho’ Mike Dukakis». El asesor Matt Bennet, al que los demás hombres de Dukakis agradecieron «un acto genial» salvo por el hecho de que podía «costar la elección», recuerda que días antes del desastre ya se había advertido de que quedarían mal y que hubo gente que lo intentó parar sin éxito, lo que demuestra el poder de la inercia en política. Bush le ganó por 426 a 111 electores y siete millones de votos y Bennet guarda el uniforme gris que vestía Dukakis y se lo puso él mismo en una fiesta de Halloween. Todos aprendieron la lección. A Barack Obama le pidieron ponerse un casco del equipo de fútbol de la Armada y dijo que no, que los presidentes no se ponen nada en la cabeza y que eso se aprende «en primero de política». Ahora, cuando algún político estadounidense está tentado de vestirse de algo, le advierten sus asesores de que corre el peligro de «hacerse un Dukakis» y quedar como un tonto.

Hay que reconocer que en Estados Unidos todo es ligeramente más cinematográfico que en España. El mismísimo Trump, que es de los pocos seres humanos que tendría menos peligro si solo fuera idiota, dio un discurso con un águila imperial en la mesa del despacho y el pajarón por poco le lleva el dedo. En España, Rajoy, que montó en un helicóptero ante la prensa y saben ustedes cómo acabó, en 2006 se subió a dar un mitin en un improvisado banco de Benavente y en 2015 se volvió a subir en el mismo banco; demostraba que no es de esos que cambia de banco así como así.

Sin duda el Dukakis español es Antonio Miguel Carmona, que se hace fotos haciendo tantas cosas -andar en bici, cavar una zanja, levantar una pesa, circular en silla de ruedas- que alguien le ha abierto un blog que se llama ‘Carmona haciendo cosas’ y que deberían estudiarse los asesores políticos ahora que todo es mensaje y que tenemos una resaca pastosa de lo que significan las cosas. Yo si veo un símbolo más, me caigo de espaldas. Vivimos en un enorme plató de cine, que es lo que siempre sentimos los provincianos cuando llegábamos a Madrid. La última superproducción la firman Pablo Iglesias, que se cree J.J. Abrams, y Alberto Garzón. Han sellado su confluencia con unos tercios de cerveza y en la foto del pacto del botellín, querían aparentar ser gente(TM), pero parecía que estaban allí porque no tenían llaves de casa. No tendrían a mano un tanque. Hay mucha gente deseando ver a Iglesias subido a un tanque, pero aún no sé si de los suyos o de los contrarios.

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