OPINIÓN

Taifas

Diecisiete trocitos de España, todos esmerándose y gastando sus energías vitales en su destrucción

El presidente del Parlament catalán, Roger Torrent. L.V.

España no puede ser un país de taifas. Pero España es un país de imbéciles y desmemoriados. Cuando el Califato es formalmente abolido en 1031 se suceden en el trono de Córdoba nueve califas, en medio de un caos total que se refleja en la ... independencia paulatina de las taifas que se erigen en el sur peninsular. Cuando el último califa Hisham III es depuesto y proclamada en Córdoba la república, todas las coras (provincias) de al-Ándalus que aún no se habían independizado se autoproclaman independientes, regidas por clanes árabes y bereberes. El Título VIII de la Constitución nos ha llevado a ello. Su indefinición y su situación contingente nos lleva a la posición de comienzo del primer milenio. Por poner un ejemplo, se necesitan 17 licencias para cazar en España, una por comunidad autónoma. El problema se agudiza en otros ámbitos mucho más importantes y demuestra que el proceso de descentralización del Estado no tiene límite. Los bilduetarras acaban de poner precio a su abstención para investir a Sánchez: la transferencia de 36 nuevas competencias al País Vasco y 25 a Navarra. Entre ellas y a ambos, la Seguridad Social y prisiones. No sólo esto, sino que exigen el aumento de la pensión mínima a 1080 euros. De momento Bildu tiene un sitio en el Parlamento navarro y ello a costa del Partido Socialista Navarro, consecuencia del pacto suscrito por este con Geroa Bai, o sea, con el PNV de Sabino Arana. Éste sí que es la extrema derecha xenófoba y supremacista. VOX se queda literalmente en bragas al lado de semejantes energúmenos.

España está rota. Y lo está en muchas taifas que hacen ingobernable al todo al que de momento pertenecen. 17 trocitos de España, todos esmerándose y gastando sus energías vitales en su destrucción. la ruptura de la unidad de mercado viene de la mano de la diversidad legislativa que produce cada una de las autonomías. «El respeto al principio de unidad de mercado desde la lealtad a la Constitución es una conducta exigible a todos los poderes públicos por ser un factor esencial para que el comportamiento empresarial pueda ser competitivo en un mundo económico globalizado», manifestaba antaño el presidente de la CEOE, José María Cuevas. Mientras tanto España está inmersa en la constitución de un auténtico mercado interior europeo. La simple disfunción que ello supone, debiera ser base y fundamento suficiente para que el Tribunal Constitucional pusiera orden de manera drástica, interpretando la absurda e irracional legislación española al respecto, con la europea. Entre tanto, decía Miguel Arias que «mientras en Europa se aboga por el establecimiento de un mercado interior único transponiendo más de 300 directivas para armonizar todas las legislaciones, en España por razón de protagonismos identitarios estamos fragmentando en temas fundamentales como distribución comercial, transportes, embalajes, o telecomunicaciones». Creo que me quedé corto cuando manifesté que los españoles somos imbéciles. Somos suicidas sin contemplaciones. El mercado interior de la Unión Europea, también conocido como mercado único europeo o mercado común europeo, es uno de los instrumentos de integración económica de la Unión, consistente en el establecimiento de un mercado común entre los estados miembros. En este mercado único circulan libremente los bienes, servicios, capitales, las personas y, en su interior, los ciudadanos de la Unión pueden vivir, trabajar, estudiar o hacer negocios con libertad. El mercado interior aparece mencionado en el artículo 3.3 del Tratado de la Unión Europea como uno de los objetivos que tiene que alcanzar la UE. Asimismo, el artículo 26.1 del Tratado de Funcionamiento de la Unión Europea señala que la Unión adoptará las medidas destinadas a establecer el mercado interior o a garantizar su funcionamiento.

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