Felicidad Rodríguez
Suspense mantenido
Y mientras el mundo sigue girando, aunque en nuestro país lo haga a trancas y barrancas, seguimos sin tener claro si el año próximo tendremos presupuestos
Ya se acaba el verano y, poco a poco, todo el mundo se reintegra a lo cotidiano. Los pequeñajos se preparan para reencontrarse con sus amigos y contarles sus aventuras estivales. Los despertadores empezarán a sonar a las 6 de la mañana, volverán las prisas y, de nuevo, siempre faltará tiempo para terminar todo lo que hay que hacer en esos días para los que 24 horas son demasiado escasas. Y mientras el mundo sigue girando, aunque en nuestro país lo haga a trancas y barrancas, seguimos sin tener claro si el año próximo tendremos presupuestos, si se podrán tomar las medidas necesarias para dar el empujón que nos falta para salir definitivamente del agujero o si, por fin, podremos dejar atrás los momentos de incertidumbre.
Parece mentira que dentro de escasas fechas habrá pasado todo un año desde que se disolvieron las Cortes de la X Legislatura. Tiempo suficiente para que nos hayamos más que cansado de debates, campañas, contradicciones, olvidando incluso lo importante que es la resolución de esas incógnitas para que podamos seguir manteniendo nuestra propia y aburrida cotidianidad y hacerla extensible a los que aún no pueden disfrutar de ella. Pero parece que el suspense amenaza con quedarse un poco más entre nosotros. Hace unos meses escribía, medio en broma medio en serio, que íbamos camino de ganar a los americanos en el ranking de duración de campañas electorales. Ellos, tras sus largas primarias, tendrán ya gobierno en los primeros días de noviembre; así que parece que la balanza se equilibra francamente a nuestro a nuestro favor para ganar esa más que dudosa medalla de oro. Eso sí, mientras tanto hemos tenido una legislatura fallida y otra que, si no se remedia, va camino también de serlo. Ello quizás porque, en una escala de prioridades, la propia supervivencia tiene para alguno mucho más valor que el que la mayoría de la gente logre mantener, o alcanzar, esa tranquila, segura y aburrida cotidianidad.
Se habla estos días sobre la posibilidad de que el Congreso modifique la Ley electoral para acortar plazos y que de producirse, lamentablemente, una tercera campaña, las elecciones pudieran celebrarse el 18 de diciembre en lugar del día de Navidad. Puestos a modificar una Ley Orgánica, también podría modificarse otra: la que establece los requisitos para ser miembro del Consejo de Estado. Ya sabemos que los requerimientos para formar parte de él son demasiado exigentes: miembros de Reales Academias, profesores universitarios numerarios con curriculum y antigüedad, juristas de reconocido prestigio y experiencia en asuntos de Estado, etc. etc. etc. Y, entre ellos, los únicos con carácter vitalicio son los puestos que corresponden a los ex presidentes del gobierno. Quizás, un cambio que permitiese, también con carácter vitalicio, el que se integrase en el Consejo aquellos que, aunque no hayan sido Presidentes, hubiesen demostrado de manera contundente que tienen muchas, pero que muchas ganas de serlo, por encima de cualquier otro objetivo o interés, personal o colectivo, podría desbloquear esta ya más que alarmante situación que nos tiene a todos al borde del precipicio. Y, al fin y al cabo, todo podríamos llegar a comprender lo que significa conseguir, por fin, un puesto fijo de trabajo.
Ver comentarios