Ramón Pérez Montero
Suricatas
Sabemos que el orden emerge de manera espontánea del caos
Sabemos que el orden emerge de manera espontánea del caos. Tampoco se nos escapa que cualquier situación negativa puede tornarse positiva si cambian las circunstancias. De ahí que incluso el conflicto pueda ofrecer sus ventajas. Esto último, al parecer, nos lo enseñan los suricatas.
El suricata es un pequeño mamífero social pariente de las mangostas que habita en zonas de los desiertos africanos. En un reciente estudio sobre su comportamiento se muestra cómo los conflictos de intereses en determinados grupos acaban dando lugar a decisiones colectivas óptimas. Parece que estuviéramos hablando de los intereses partidistas que impiden la formación de un gobierno que nos aleje de la repetición de las elecciones. Y es que dicen los investigadores del Instituto Max Planck que sus conclusiones pueden ser aplicables a los humanos.
Mientras que las decisiones tomadas por grupos pacíficos dan lugar a resultados pobres, las diferencias de criterio dentro de la comunidad en la persecución de las metas evitan la repetición de errores tanto en cuanto prevalece la búsqueda de las ganancias particulares de los fuertes o los débiles a la hora de decidirse por la calidad y cantidad de la comida o por la elección de una concreta ruta migratoria.
Por tanto, si comparamos a un país con una colonia de suricatas, y hacemos la traducción de los egoísmos de los individuos que forman estos grupos a los diferentes enfoques políticos que luchan por hacerse con el poder de decisión, el nuestro, lejos de sumirse en el desorden, se encontraría ahora mismo dentro de un proceso que llevará a los contendientes a compartir sus decisiones, según dicen estos etólogos, en beneficio de toda la comunidad, pues es esta una opción más positiva que la de actuar por separado y, por supuesto, que la de seguir el camino marcado por un tirano. Refuerzan estos argumentos el valor de los principios democráticos.
Así que vamos a conservar la calma. Por muy mal que vengan dadas, de este complejo parto político, el conjunto de la nación, siempre que se respeten las reglas del juego, saldrá ganando. Como mínimo habremos espantado a los nocivos fantasmas del canovismo-sagastismo en la alternancia en el poder del PPSOE. El partido conservador se acabará de convencer que la política de gobernar sólo para los suyos lo mantendrá en dique seco por tiempo indefinido. El partido socialista hará de tripas corazón, si así lo quiere comprender, y dejará a un lado las rencillas internas entre los seguidores del líder de imagen progresista y los de la Merkel sureña para alejarse del borde del abismo por donde ahora mismo camina. Los jovencitos trajeados de Ciudadanos, instalados en una posición equidistante, no tendrán problema en acogerse a los vientos siempre favorables, soplen estos desde un lado u otro del espectro. Los descamisados de Podemos, por su parte, presionarán en busca de políticas sociales, pero su necesidad de negociar neutralizará su instinto natural del poner el país patas arriba.
Esta es la lectura positiva que podemos hacer gracias al comportamiento de los suricatas. Forma parte la suya de la llamada ‘inteligencia del enjambre’, pero enriquecida en su caso con el revulsivo del conflicto por las necesidades particulares y la escala de las metas de cada uno. No hará falta que recuerde que también somos mamíferos del desierto obligados a luchar en grupo para poder sobrevivir.