Ignacio Moreno Bustamante - Opinión

Superventas Strawberry

A ver, adalides de la libertad. Al superventas Strawberry no le han empurado por escribir un tuit

IGNACIO MORENO BUSTAMANTE

Como todo el mundo sabe, César Strawberry es un músico buenísimo que ha triunfado con su banda allende los mares. ‘Def con Dos’ es el nombre del grupo que ha colocado en las listas de éxito numerosas canciones que quedarán para siempre en el imaginario colectivo. Ahora mismo no recuerdo ninguna y ni tan siquiera sé qué tipo de música tocan, pero eso se debe sin duda a mi ignorancia, pues no paso de los grupos de mi época. Me quedé en Los Ronaldos, Loquillo, Duncan Dhu y más recientemente, Estopa. La brillante carrera del tal Strawberry no debería quedar empañada por un pequeño desliz que le ha costado una condena de un año de prisión, fruto sin duda del fascismo de los jueces españoles, que aún no se han enterado de que nuestra democracia tiene más de cuatro décadas y se basa en que cada cual puede decir lo que le dé la gana, como le dé la gana, cuando le dé la gana y sobre quien le dé la gana.

Qué importa que insulte a las víctimas del terrorismo, que enaltezca el uso de las armas para solucionar cualquier conflicto, que promueva el odio, que se acuerde de los muertos del primero que se le ocurra... es un hombre libre que tiene derecho a cualquier cosa. Evidentemente, Mr Strawberry, ha recibido el apoyo vía redes sociales de toda la pléyade de palmeros y moralistas baratos del entorno de Podemos, desde los ‘jefes’ Pablo Iglesias y Errejón a los delegados de provincia, como nuestro ilustrísimo alcalde don José María González –no podía faltar–. Todos ellos han mostrado su indignación por tan vergonzante sentencia, con el incontestable argumento de que ha sido condenado por escribir un tuit.

A ver, adalides de la libertad. Al superventas Strawberry no le han empurado por escribir un tuit. Twitter no es más que una herramiento. El problema es lo que dice, no dónde lo dice. Da igual que sea en twitter o repartiendo pasquines por la calle. Han olvidado la regla número uno de la libertad que tanto promulgan, que es que la suya acaba donde empieza la de los demás. Que vivimos en democracia, no en la anarquía por la que tanto suspiran. Que hay normas, y están para cumplirlas. Y que si no entienden eso, no merece la pena siquiera tratar de razonar con ellos. Porque no les interesa la libertad de los demás, el derecho al honor del prójimo. ¿Qué pensarían ellos si alguien se dedicara a insultar públicamente a sus familias, a sus madres, a sus hijos? Esto no es la selva, afortunadamente. Ni el paleolítico, aunque algunos de estos parecen querer volver a vivir en cuevas. Si por ejemplo un servidor dijera que más que demócratas, todos los ‘Strawberrys’ del mundo y sus adláteres son unos impresentables, unos instigadores del odio, unos malnacidos y unos chuflas, estarían en su derecho de denunciarme. Y si el juez determina que les he ofendido, acataré la pena que me imponga. Pero no diré que coartan mi libertad de expresión, porque sé que hay límites. Los que marcan el sentido común, la educación, la inteligencia y las propias leyes.

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