Julio Malo de Molina - OPINIÓN
Un sueño en cada voto
El proceso electoral es la única oportunidad que se ofrece a la ciudadanía para opinar acerca de la forma de administrar la propiedad colectiva o ‘res publica’
De nuevo hemos sido convocados a elecciones generales, y no entiendo ni comparto la inquietud y el desanimo que alimentan al respecto algunos medios y ciertos políticos, tal vez de forma interesada. El proceso electoral es la única oportunidad que se ofrece a la ciudadanía para opinar acerca de la forma de administrar la propiedad colectiva o ‘res publica’, por lo demás en manos de esas pocas personas que gobiernan los partidos mayoritarios y de los poderes que las apoyan. Más aún en unos momentos que preludian cambios de calado en el sistema político e institucional generado durante la Transición, para muchos manifiestamente mejorable mediante un proceso complejo que justifica esta nueva llamada a las urnas. No creo que para nadie suponga tanta molestia volver el 26 de junio a depositar su propio voto que es expresión de sus deseos y de sus ilusiones, porque una patria mejor es posible y cada sufragio es un apoyo al programa y las candidaturas que a juicio de cada cual la puedan hacer realidad. Cada voto representa un sueño esperanzado que compensa el esfuerzo de decidir y acudir a los colegios electorales, pese a la irracionalidad de un procedimiento que en los anteriores comicios concedió una plaza en el Congreso por cada medio millón de votos a una formación histórica como Izquierda Unida, mientras que el PP sólo pagó sesenta mil votos por asiento. Con todo, a los españoles nos ha costado mucho acceder al sufragio universal que sólo se ejerce plenamente en 1933, para ser suspendido tras la guerra civil y sólo recuperado el 15 de junio de 1977, como para ahora desdeñar ese derecho con argumentos tales como una absurda roñería acerca del coste económico de tan saludable proceso.
Durante los años sesenta y setenta, en una Italia mucho más próspera que la actual resultaban frecuentes las legislaturas inestables y la repetición apasionada de elecciones, entre un Partido Comunista fuerte y varias formaciones conservadoras muy fragmentadas. En Francia como en otros países los comicios se celebran a doble vuelta y muchos elogian las ventajas del sistema que obliga a pasar dos veces por las urnas. Deplorar que estas cosas sucedan en una España acostumbrada a un aburrido bipartidismo no sé si calificarlo de pereza democrática. Desde antes aún del pasado 20D y a la vista de los sondeos ya mucha gente preveía este desenlace para nada descorazonador, esperemos con ilusión los nuevos comicios que pueden confirmar el cambio que muchas personas desean.
La ruptura de un esquema facilón con casi cuarenta años de aburrido rodaje que ha desembocado en una situación de empobrecimiento, precariedad laboral y deterioro de los servicios públicos, genera una corta legislatura durante la cual cada formación ha jugado con las bazas electorales obtenidas. El PP con un mal resultado y la evidencia de no poder formar gobierno apostó desde el principio por una segunda oportunidad. El PSOE con un resultado también muy malo no desea pactar con sus rivales de la derecha y tampoco con la nueva izquierda que le puede arrebatar el voto socialdemócrata, mientras que ésta necesitaba ese apoyo que le ha sido negado, una llave en poder del PSOE que éste no ha querido usar. Y Ciudadanos sólo tenía opciones a ese insuficiente pacto con los socialistas. El juego ha sido jugado y nada se puede reprochar a los participantes. A las urnas de nuevo ciudadanos y ciudadanas, satisfechos por decidir e ilusionados pues aún es posible cambiar.
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