Opinión

Soviet Cádiz

Dormirse escuchando algunas tertulias puede hacer que los monstruos de la razón se disparaten

Eran las doce de la noche. Bramaba el último de los sones que marcaba el vetusto reloj de pared del vecino –que con generosidad había colocado contra la pared contigua a mi dormitorio– cuando, quizá por el esfuerzo de entender la situación política actual, quizá ... por la costumbre de acostarme a la misma hora desde hace años o quizá por la atrevida combinación de Don Simón y Diazepán, el sueño me asaltó como si fuera el joven postulante de alguna ONG. De fondo, en la remedada radio seguía sonando el programa político...

Abrí muelle los ojos. Seguía en mi piso, pero ya no lo compartía sólo con mi señora. En el salón, se oía el murmullo de una familia. Me acerqué y, en la tele, emitían el tradicional mensaje de Monedero. «Salud, camarada», fui saludado por el que, entendía, era el compañero que me habían asignado desde el Gobierno. «Arréglate, que tenemos que ir a La Caleta al desfile de las fuerzas revolucionarias y hasta dentro de cuatro días no habrá otro». Conturbado por sus palabras, fui a mi habitación, en la que el cuadro del Sagrado Corazón había sido sustituido por un póster del doctor Guevara. En el armario, camisas azules sin cuello, muy a la guisa del partido en China.

«Estoy confuso, ¿qué es todo esto?», pregunté a mi compañero –no olvidemos era yo mismo, como sucede en los sueños– que paciente me explicó que vivíamos en un futuro distópico, el año 2021, en el que se habían cumplido los compromisos de Pedro Sánchez para su investidura como presidente. Pasamos cerca del nuevo estadio. «¿No habrá cambiado el nombre?» «Bueno, ahora se escribe Karrantza, ya sabes, por aquello. Y dentro se hace anualmente la supercopa del president de castellets». Hasta para ser un sueño me parecía excesivo. Era verano y, al pasar por el Paseo Marítimo (rebautizado como ‘Malecón Teruel recuperada’) se oía, cada hora, el tiempo que hacía en Teherán, La Habana y Caracas. Al ponerse el sol, tronaban alegres los sones de La Internacional. Anduvimos y anduvimos (mi cicerone me explicó que ya todo Cádiz era carril bici) hasta llegar al templo de los ladrillos colorados, en el sueño, ‘Teatro Lenin’. «El Carnaval es igual, sólo que el tango a la gaditana ahora se ha cambiado por la oda a la Pasionaria». A lo lejos, se oía llegar uno de los barcos que participarían en la parada militar. La fragata 'Arnaldo Otegi' llegaba a puerto...

De súbito me desperté. Miré en derredor y todo estaba como antes, mientras la tertulia en la radio proseguía con su análisis de cómo sería la España del nuevo gobierno. Moví el dial buscando calma y, apenas tres ronquidos después, ya soñaba de nuevo con que no había estudiado para el examen de matemáticas.

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