LAVOZDIGITAL - EL APUNTE

Soluciones contra la demagogia

El discurso populista de Podemos no ha servido para dotar de viviendas a los desesperados integrantes de las corralas de la provincia

LA VOZ

La demagogia consiste en el arte de tratar de embaucar al auditorio (lo compongan una o un millón de personas) con argumentos que se sabe que son falsos. Esta forma de discurso, al igual que la mentira, tiene las patas muy cortas. Tanto que, cuando se le piden cuentas al demagogo de lo que ha argumentado, éste suele responder con evasivas o, incluso, puede cambiar su discurso o buscar culpas en un tercero. Tal está sucediendo con las corralas de la provincia, donde a la desesperación por la falta de vivienda se une la demagogia de quienes quieren hacerles creer que pueden conseguir una por arte de birli birloque.

Una tónica se repite a la hora de hablar con todos los miembros de los colectivos que un día decidieron pegarle la patada a una puerta y okupar una vivienda vacía: la desesperación. Nadie entra a vivir en una casa que sabe que no es suya por gusto. Los miembros de estos colectivos de la Bahía, Puerto Real, Sanlúcar y Chipiona reclaman que, si de momento no pueden tener una vivienda, que se les aporten los suministros básicos de luz y agua, máxime cuando hay niños viviendo. Y, además, lanzan una advertencia. Están cansados de que se juegue con su situación para arañar votos, para conseguir una supuesta superioridad moral que no se traslada luego a los hechos. En el caso concreto de Cádiz, los integrantes de la corrala de la Bahía, hartos de que las promesas de soluciones por parte de Kichi fueran palabras y solo palabras, comenzaron a movilizarse y a denunciar que, pese a que saben que la orden de desahucio de las viviendas que ocupan es inminente, no se les ha ofrecido desde el Consistorio ningún tipo de alternativas.

Y es que las administraciones deben buscar soluciones a este drama. Tienen la responsabilidad de no dejar en la cuneta a los que han sido más duramente golpeados por la crisis. Pero, sobre todo, los políticos (de viejo y, sobre todo, de nuevo cuño) tienen la obligación de no jugar con la esperanza y la desesperación de esos ciudadanos que ven que, además de no tener techo, no tienen el respeto de los que tratan de engañarlos.

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