OPINIÓN
Sobreviviendo a la educación privada
No importa la titularidad del centro; lo que importa es la vocación y la capacidad del profesorado
Yo estudié en un colegio privado, segregado, llevé uniforme y, para colmo, del opus; pero sobreviví. Sí, yo fui lo que don José María Gallardo llamaba «un pequeño presidiario de camisa de rayas» . De esos niños que ponían el 'don' delante del nombre ... de su profesor; que hablaba de usted a los adultos; que temían un parte más que a sus padres; y que sabían que ir al despacho del director nunca era bueno.
Nosotros teníamos un frente común: los profesores eran el enemigo. Ese del que había que cuidarse y frente a los que había que protegerse. Nuestros profesores eran eso: profesores . No eran amigos y a ninguno de nosotros se nos hubiera ocurrido pedirle a don Enrique Muñoz que nos llevase de botellón. Pero, a todos ellos, les guardábamos el respeto debido a quién está trabajando.
Aunque, quizá, entonces no lo viéramos tan claro ahora sí lo sabemos. 23 años después de salir del colegio, uno se da cuenta de muchas cosas . Lo hablábamos hace unos días, cuando nos volvíamos a reunir por fiestas y comentábamos sobre esos profesores que marcaron nuestro desarrollo vital: don Fernando Conde me hizo amar la literatura y casi me forzó a escribir mis primeras letras; don Juan José Romero me enseñó que la Historia es más que cifras y fechas y que desde ella podemos aprender mucho de nuestro presente; y don José María Gallardo me hizo comprender que la libertad está en la capacidad de razonar y analizar lo que la vida nos depara.
Lo mismo, seguramente, me hubiera ocurrido en cualquier público con otros nombres. Y ese es el verdadero valor de la educación. No importa la titularidad del centro; lo que importa es la vocación y la capacidad del profesorado. Y esta no viene dada por una oposición sino por las habilidades de los docentes. Por más que, desde ciertos sectores de la progresía, quieran hacernos ver que los profesionales de la privada y concertada están menos preparados al no haber aprobado un examen que, por cierto, prima la memoria sobre la vocación.
Por eso, me hace gracia escuchar que la educación privada (más aún religiosa) solo sirve para alinear a los individuos. Eso solo lo dicen aquellos que no la han vivido y no la conocen. Los mismos que hablan de tolerancia desde la intolerancia y la ignorancia. Quienes defienden la pública sobre otros tipos de centro, tal vez deberían pensar por qué los padres prefieren destinar dinero a la educación de sus hijos antes que llevarlos a los centros estatales. Deberían preguntarse si es por esa idea de 'clases sociales' o por considerar que les abrirá más puertas gracias a la formación global que ofrecen. Una formación que va más allá de lo académico y que entra en lo moral y lo social.
Es fácil mirar la paja en el ojo ajeno; o la tiza en la pizarra vecina. Pero el problema es mucho más profundo y no está en la existencia de los concertados sino en la baja calidad de muchos centros públicos. Al fin y al cabo, cada padre busca lo mejor para sus hijos. ¿No los llevaría al público si fuera la opción más válida?