El Apunte
Las siete vidas de Valcárcel
Aún faltan obstáculos que despejar pese a que la Universidad de Cádiz ha llegado al rescate
Ha pasado tanto tiempo que cuesta reunir una mínima cantidad de optimismo. Ni siquiera esperanza. El realismo, los datos y los precedentes lo aplastan todo. Cabe pensar que ayer renació Valcárcel pero resulta que pueden faltar hasta cinco años para que se inicien las obras, que faltan compromisos presupuestarios de la Junta de Andalucía y trámites burocráticos municipales. Ni este Ayuntamiento ni el Gobierno autonómico se caracterizan por su agilidad. Ni siquiera por su desvelo por los intereses de los gaditanos. Prefieren la guerra de guerrillas del partidismo. Con esos precedentes, entran pocas ganas de aplaudir y celebrar. Como mucho, de observar y esperar. Y es que el caso del histórico hospicio de La Viña, construido en el siglo XVI y protegido en vano por la Junta de Andalucía pasará con méritos sobrados a la negra historia de los proyectos atascados y eternizados de esta ciudad. Tras décadas como centro educativo y tras varios lustros de abandono, al fin parece soltarse de las manos de Zaragoza Urbana. La lentitud burocrática hizo que esta empresa propietaria no pudiera o quisiera afrontar el desembolso económico que supondría reactivar un proyecto hotelero de lujo tras más de diez años de espera.
La Universidad de Cádiz es ahora, por fin, la opción real de darle vida a un edificio majestuoso y lamentablemente maltratado. Ayer empezó la cuenta atrás para que acoja la facultad de Ciencias de la Educación, la que actualmente se encuentra en el campus de Puerto Real. Es la última oportunidad. El proyecto hotelero se le atravesó sin remedio a la Diputación y al Ayuntamiento de Cádiz, ahora es la primera institución educativa la que desbloquea la situación.
Pero para eso, por más llaves que se mostraran ayer, es imprescindible que, de una vez, los obstáculos administrativos desaparezcan. Por más irritante que resulte, tras doce años de espera, aún toca esperar meses para que se produzcan los ajustes necesarios para despejar el futuro de Valcárcel. Nadie sabe si serán, de nuevo, años. Ayer se llegó a decir que el plazo máximo para iniciar los trabajos es 2022. Mucho tiempo para los que han esperado tanto, para La Viña, tan necesitada de vida y actividad más allá de la hostelería.
Bien harían Ayuntamiento y Junta en lograr algo de agilidad, por una vez, para permitir un empuje importante a la hora de recuperar para ese barrio parte del patrimonio histórico y el ambiente universitario que se fue desperdigando por los tres campus que la Universidad de Cádiz tiene en la provincia.