Montiel de Arnáiz

Siete días de mierda

En este 2016 hay quien acude a la frase hecha o a la graceja pseudo intelectual: «paren el mundo que me bajo»

Montiel de Arnáiz

En este 2016 hay quien acude a la frase hecha o a la graceja pseudo intelectual: «paren el mundo que me bajo»; «que el mundo coja vacaciones». Los últimos siete días de furia nos han dejado la espeluznante muerte del torero Víctor Barrio y la avalancha de exabruptos vomitados por seres sin alma, las terribles agresiones sexuales en un San Fermín que tiene los días contados, el gravísimo atentado de Niza, una ciudad maravillosa que paseé en mi adolescencia, plena de casas señoriales. El viernes nos acostamos con un golpe de estado en la Turquía de Erdogan y ayer nos levantamos con la fracasada intentona del ejército rebelde (suena a Star Wars en chungo). Súmenle al post-Brexit -la dimisión de Cameron, los nombramientos de Theresa May y de Boris Johnson- el auge de Donald Trump en EEUU y ciertamente está la cosa como para no salir del amparo que otorga la sábana.

Aquí tampoco estamos mucho mejor. Comenzamos con un vertido tóxico en la playa de Camposoto unido a la bandera roja por la mar picada. El fallecimiento en esas mismas aguas de dos isleños –tan apreciados en los ámbitos cofrade y futbolístico– nos rompió el corazón igual que a muchos de los padres de los menores que fueron a juicio por abusos sexuales contra el absuelto exdirector de Salesianos, el tal don Javier.

Ese corazón roto es nuestro motor físico y a veces mental, y el estudio presentado por varios cirujanos del hospital Puerta del Mar nos preocupa como usuarios. La Junta de Andalucía ha salido inmediatamente a tapar el escándalo anunciando medidas, que sospecho serán más parecidas a las que Erdogan tomará contra los militares alzados en armas que tendentes a una solución de lo denunciado por los que lo juraron por Hipócrates.

Y el trompetazo final del Apocalipsis semanal ha sido la aparición del juego ‘Pokemon Go’. Miles de personas nacidas al albur del S.XXI vagan por las calles como borregos, chocándose con árboles, farolas y señoras paseando a perritos. Es sólo una pista más para deducir a dónde nos dirigimos como especie bípeda implume: a la mismísima mierda, que diría Fernando Fernán Gómez, quien fuera esposo de la recientemente fallecida Emma Cohen: nuestra inolvidable Gallina Caponata.

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