José María Aguilera - OPINIÓN
Que sí, que no
Que el Carnaval es incoherente por naturaleza, como el ser humano. Inestable, inconstante
El Carnaval ejerce el noble arte de la contradicción con excelencia. Ya es conocida esa facilidad para aplaudir una copla con fruición y vitorear instantes después otra que defiende lo contrario. Sobre todo si la interpreta un autor consagrado; porque está muy bien eso de reclamar que no se miren los nombres, que se aparten los prejuicios, mientras se echa un ‘ojito’ a ver quién canta esta noche para saber si es buena o mala. Sin siquiera escucharla, a lo vidente calderón.
Que sí, que el Carnaval es incoherente por naturaleza, como el ser humano. Inestable, inconstante. Sólo así se explica que el que defiende la libertad de expresión te amenace luego si en el periódico has reseñado que entró tarde la segunda o el pasodoble iba muy ‘chillao’. Esa prensa, la buena si te ensalza, la mala si te dice la verdad. Y sobre todo los jurados paralelos, tan criticados, denostados, vilipendiados, que nadie mira (se lo dicen, se lo cuentan) pero por arte de magia es lo más visto cada día, como el Gran Hermano o Sálvame.
Se explican así las carcajadas a cada golpe, caída, con los teatrillos; los premios y los galones mientras se recuerdan con nostalgia y se demanda la vuelta de los cuartetos clásicos y rimados. Ay, si volvieran el Peña y el Masa, qué poquito les iba a gustar esto. Se sorprenderían de tantas loas a la cantera de puertas para fuera y a su vez el fanatismo con las de siempre, las consagradas, una de las mayores trabas para la evolución.
¿Y esos para los que cada sesión comienza a las 21:30, que cambian cuando escuchan el punteo de un laúd, y el domingo mueren por los coros en la Plaza? O esos que propugnan que las ilegales son lo más auténtico de la fiesta mientras patosean con la botella de Jhonny Walker. «Y es que ese barquito, ooooh, es tan pinturero... ¿como seguía?»: he aquí los que aseguran que Paco Alba es el más grande y se saben el Vaporcito y con mascamiento letril.
El Carnaval de Cádiz, la ciudad donde Teófila gobernó 20 años sin que nadie le votara. ‘Cai’. Odio estas incoherencias, pero es que me encantan.