OPINIÓN
Saludos
Ahora, una vez que las vacaciones se han dejado atrás, esperemos que las costumbres de la vuelta a la monótona cotidianidad terminen por aburrir al coronavirus
Se cumplen en estos días los seis meses del inicio de la pandemia y de la Declaración del Estado de Alarma. Seis meses distribuidos, casi matemáticamente, en dos fases, la del confinamiento total y la que se inauguró el 21 de junio, coincidiendo con el ... solsticio de verano y que podría parecer que se lanzó bajo los lemas de 'Ancha es Castilla -léase España' o 'Sálvese el que pueda'. No es de extrañar que, ante esa hospitalidad, el virus se encuentre muy a gusto entre nosotros y se resista a marcharse.
Durante este tiempo hemos modificado, adaptado y readaptado muchas de nuestras costumbres. Reuniones de 6, de 10, de 50, vuelta a las de 10; distanciamientos de 1 metro, de 1,5 o de 2; mascarillas no, mascarillas sí, mascarillas obligatorias . Ahora, una vez que las vacaciones se han dejado atrás, esperemos que las costumbres de la vuelta a la monótona cotidianidad terminen por aburrir al coronavirus.
Una de esas costumbres que nos hemos visto abocados a modificar, una y otra vez, es la del saludo, hábito sobre cuya significado Ortega y Gasset nos dejó un interesante ensayo en su libro 'El hombre y la gente', y cuya expresión más habitual, hasta hace escasas fechas, consistía, como describe Ortega, en tomar la mano, oprimirla, sacudirla y abandonarla. Parece que lo del apretón de mano ya era habitual entre griegos y romanos, en una especie de declaración mutua de paz, aunque el 'abordaje' se hacía por las muñecas o por los antebrazos. Luego fue bajando hacia la mano, hacia el clásico apretón, que ya en los años 20 algunas revistas especializadas calificaban como un antihigiénico mecanismo de transmisión de bacterias . Lo cierto es que en nuestro mundo occidental el contacto físico para saludar y expresar aprecio está más que extendido: apretones de mano, abrazos, besos en la mejilla, en el caso francés no uno ni dos, sino tres; otra cosa es que el gesto exprese realmente el sentimiento, véase por ejemplo el beso de Judas. Y no es que no tengamos otras formas de expresar nuestra disponibilidad hacia los demás; la iconografía occidental ofrece numerosas muestras de ello, caso de la mano en el pecho, como muestra de compromiso y sinceridad, se sobreentiende que hacia el interlocutor.
Tampoco en otras latitudes, especialmente en Oriente, el saludo se acompaña de contacto físico, y así nos encontramos por ejemplo con el wai tailandés, el mudra hindú, el salaam islámico o la reverencia japonesa. Los saludos gestuales también están extendidos por el mundo : la simple inclinación de cabeza, el alzamiento de las cejas acompañando a unos 'buenos días', o algunos muy curiosos como el saludo de la V de los moteros. El que se ha popularizado, y ahora la OMS desaconseja, es el ya famoso y tosco 'choque de codos'. Cuesta trabajo creer que, con la cantidad de modos de saludar que existen en el mundo, optáramos, no se sabe por qué o a instancias de quién, por un gesto que ni permite guardar la separación física ni es capaz de transmitir las sensaciones de los saludos clásicos, ya sean de contacto o a distancia. Seguro que es un invento americano, uno más de los que tanto impacto tienen por aquí. Al fin y al cabo, este año no tendremos Cabalgata de Reyes pero seguro que se monta algún que otro Halloween oficioso.
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