OPINIÓN

Vi salir el sol por La Caleta

Prepárese porque tenemos a la posverdad encima de nosotros. Cualquier patraña es válida

Nada más precioso que contemplar cómo sale el Sol por La Caleta. La posverdad ha venido, todos saben cómo ha sido. Llénese de gozo, o de terror, la verdad ya no es lo que era, lo que es una gran ventaja si es usted un ... sádico, un sociópata o un simpatizante del Real Madrid. Ya puede pasar por una persona no sólo normal, sino víctima de las mayores conspiraciones que caben imaginarse. Porque ahora ése es el límite del discurso: lo que podamos imaginar. Uno de los lemas de mayo del 68 ha cobrado vida como lo hizo la criatura de Mary Shelley, pero con el guiño estrambótico que le dio Mel Brooks en ‘El jovencito Frankestein’.

Cataluña, el cambio climático, la violencia machista... la posverdad puede con todo. Y con más. Enfréntele realidades porque es como el primo de Zumosol (disimulen ustedes mi falta de referentes más actuales). Ya han escuchado, o leído, a la presidenta de la Comunidad de Madrid decir –qué fácil es firmar cheques que pagan los demás– que la contaminación no había matado a nadie. Ya no es Trump el único que para jugar al mus ha sacado las fichas de dominó. Cada vez se acerca más esta forma de hacer trampas que busca tirar de las tripas, que desprecia voluptuosamente los hechos y niega la mayor a puñetazos. Y cuando a uno le calzan una hostia, aunque sea de mentira, le dejan sin palabras.

A veces me imagino, que es de lo poco que no cuesta dinero o lleva publicidad hoy en día, cómo será cuando la posverdad llegue a Cádiz. Cuando, ya de forma clara, no sólo no sepamos distinguir la verdad del embuste, sino que a los hechos les prestemos menos atención que al aviso del autobús de que, por favor, pasemos al fondo. Cuando alguien defienda que el cazón en adobo lo inventaron en Sevilla y que llegó a Cádiz por los trabajadores del campo. Cuando nos digan que la provincia tiene unos niveles de paro inaceptables porque, qué se yo, los gaditanos rechazan las ofertas laborales que les van llegando diariamente y prefieren vivir de las millonarias subvenciones que llegan desde Madrid. Cuando algún político –recuerden que la verdad no importa, sólo que la gente se enfade mucho y vote bastante– proclame que Cádiz no necesita hospital, juzgados o nuevo pabellón, sino una plaza de toros o un centro de interpretación de lo que ellos interpreten porque es lo que el pueblo oprimido desea. Cuando sugieran –mejor estar ya preparados– que el Carnaval hay que regularlo y poner coto a ciertas letras porque a nadie le gusta la libertad y hay que respetar a este colectivo o a aquella bandera. Cuando, desde una tribuna, nos convenzan de que no hay nada más hermoso que ver salir el Sol por La Caleta.

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