HOJA ROJA
Un saco de carbón
Hubo un tiempo en el que los Reyes Magos traían regalos sin ticket para descambiar y sin posibilidad alguna de devolución
Hubo un tiempo en el que los Reyes Magos traían regalos sin ticket para descambiar y sin posibilidad alguna de devolución. Lo que dejaban es lo que había, nos gustase o no, lo hubiésemos pedido en la carta o –lo que es muchísimo peor- no. ... Eran, casi siempre, regalos preventivos que Sus Majestades añadían a la lista por su cuenta; ya sabe, pijamas, batas, ropa interior –como si te estuviesen deseando siempre una estancia hospitalaria o una mala enfermedad-, colonia, pañuelos, calcetines… siga, siga, que de regalos preventivos tiene usted para poner un puesto. Y lo más grave es que, a día de hoy, los sigue recibiendo. Es la herencia histórica que nos dejaron nuestros padres y abuelos que vivían instalados en el “por si…” y donde se incluían, además, regalos de “género”. Confiéselo, si es mujer, a usted también le trajeron los Reyes Magos juegos de sábanas, toallas, sartenes y pequeños electrodomésticos que ni siquiera sospechó que existieran en el mercado. Era la época, ya le digo, en la que no cabía posibilidad de descambiar o de devolver aquello que le habían traído. La magia de Oriente en estado puro.
Fue después cuando descubrimos que nada es para siempre y que tan divertido como abrir los paquetes era peregrinar al día siguiente a los centros comerciales a deshacernos de aquel jersey horrible o de la yogurtera sin cable que le dejaron en casa de su cuñada. El tercer tiempo de la fiesta de Reyes. Un tiempo que hemos aceptado como parte del juego y que forma parte ya de la rutina post-navideña. Todos los regalos que hacemos o recibimos están condenados ya al reseteo, una vez que se ha perdido por completo el sentido originario del regalo. Ya no hay que hacer el esfuerzo de pensar qué regalar, ni a quién, ni por qué, ni para qué, porque lo más probable es que el destinatario lo descambie y adquiera, en su lugar, algo no necesariamente mejor, ni más necesario. Simplemente otra cosa. Cambiar por cambiar, en la mayoría de los casos.
Es, si se da cuenta, un trasunto de la sociedad en la que vivimos. Una sociedad donde, en principio, todo vale y si no, lo descambiamos o lo devolvemos por otra cosa que nos de mayor satisfacción, sobre todo, si es una satisfacción momentánea. Lo que decía Marx, -Groucho, por supuesto- “estos son mis principios, pero si no le gustan, tengo otros”, o lo que es lo mismo, el españolísimo “donde dije Digo, digo Diego” que siempre nos deja tan tranquilos.
Y no me refiero solo a los pactos de gobierno, donde los regalos, aún envenenados, también tienen lo suyo de preventivos. Ya ve, aunque Vox escribió su carta a los Reyes Magos recibió lo de siempre, calcetines y pijamas y ahora anda reclamando lo que había pedido, “fuera leyes ideológicas”, “desmontaje de la administración paralela” y los otros juguetes del catálogo. Y Ciudadanos -“la veleta naranja”, según Abascal y algunos más- anda por ahí con el ticket regalo intentando descambiar doce escaños por otros que sean de su talla. Mientras, Juanma Moreno –el hombre que no se había visto en otra- intenta buscarle utilidad a lo que tiene, y Susana Díaz llora por los rincones porque los Reyes Magos le han dejado carbón y no precisamente de caramelo.
Y eso que ya es raro que hoy en día los Reyes Magos dejen carbón, no sea que los niños y las niñas se traumaticen y luego sufran algún tipo de ansiedad y se líen a machetazos con lo primero que se ponga por delante. Que los niños y las niñas ya saben quienes son en realidad los Magos de Oriente y hay que tener mucho cuidado con las pequeñas venganzas, sobre todo cuando las venganzas crecen y ya no hay quien las pare.
Eso es precisamente lo que nos falta. Más carbón y menos carboneros. No sé si recuerda de donde viene la expresión “tener fe del carbonero”, pero desde luego, es la fe que impera actualmente y la que cada vez más gente profesa. La fe del que no entiende nada pero se cree a pies juntillas lo que le han dicho que tiene que creerse, sin necesidad de razones, ni de argumentos, ni de pruebas. Usted los conoce, fideístas de redes sociales que hoy son de izquierdas y mañana de derechas, que hoy defienden unas ideas y mañana otras sin cuestionar si quiera de donde han salido.
Twitter –tanto Twitter, perdón, pero no podía resistirme- hecho púlpito desde donde predican los mesías de la gasolina sin ningún tipo de pudor. Donde siempre es más fácil coger al cojo que al mentiroso. Desde donde se adoctrina más pronto y con más eficacia. Desde donde el odio, el resentimiento y la mentira se hacen carne y habitan entre nosotros; nunca el poder y la gloria estuvieron tan al alcance de cualquiera. Y nunca fuimos tan crédulos como ahora. Y tan fáciles de convencer. Y tan vulnerables.
Los Reyes Magos han dejado sus regalos. Cuidado, porque algunos vienen sin ticket de descambio y sin posibilidad de devolución y nos los vamos a tener que quedar para siempre, aunque no los hayamos pedido, aunque no nos gusten y aunque no sepamos para qué sirven.
Yo casi que habría preferido un saco de carbón.