OPINIÓN
Nos sacan los colores, sacaremos los coloretes
Cádiz abre un escenario político imposible donde cada actor representa una función distinta
Cuando alguien quiere convencernos de que le gusta Cádiz cae en varias frases que, ante un tribunal de gaditanía, le costarían un severo cosqui o catea perpetua revisable. La primera es llamar ‘Cai’ a la ciudad o a la provincia, que deja a las claras ... el total nivel de impostura del que habla, que puede ser agravado si va acompañado de un ‘picha’ malage y exagerado que suena más como subida de Euríbor que como consigna patria. Otra de las pistas que debe hacer sospechar a quien escucha es la alabanza gastada, común y vacía de la luz y los colores de la ciudad, haciendo del patio de nuestra casa una especie de payaso de Micolor a la que no le falta ni la postiza sonrisa pintada.
Los colores en Cádiz son maldición y bendición. Como cada palabra que se asocia a este rincón, tiene una cara que salva y una cruz que condena. Si hablamos de colores de Cádiz, hay que hacerlo de política, de esa extraña representación de la voluntad popular que aquí siempre se traduce en actores que van vestidos para funciones distintas. Ni a propósito podría hacerlo mejor (por peor) la impredecible voluntad popular en lo referente a política: cuando en la Tacita están los azules, en Sevilla están los rojos. Si en Diputación los verdes, en Madrid los amarillos. El resultado, ya lo conoce usted. Proyectos paralizados porque el político rival (con la misma corbata y el mismo discurso vacío) dice que falta un papel o que sobra un metro cuadrado. O se alude a los recortes de unos presupuestos para consolarnos por un incumplida promesa que desde la otra trinchera califican sin reparos de irrealizable, irresponsable e innecesaria. Como siempre, aunque los jugadores se vayan intercambiando, en este rincón donde el Atlántico inventa su nombre viviremos ese sobreactuado duelo Mourinho Guardiola que irá dejando fuera de juego una visión coherente y global de ciudad, de Bahía, de provincia.
El presidente de los empresarios gaditanos, Javier Sánchez Rojas, tan enamorado de lo que hace que no se casa con nadie, me comentaba en una entrevista reciente que sólo le pedía a la nueva Junta estabilidad, que se pusiera a trabajar y que dejara hacerlo. Nos quedan unos años de escuchar de nuestros pastores, como ya hicimos antes, la cantinela de la herencia recibida, de la falta de comunicación y de las arcas vacías. Menos mal que, cuando los morados, rojos, azules, naranjas y verdes nos empiecen a sacar los colores, nos podremos refugiar en los dos sagrados coloretes que nos regala febrero.