Sanar heridas

Quizás mi último recuerdo plenamente feliz sea un Credo pagano a Momo en San Antonio

Reyes Calvillo

Escribo este artículo a pocas horas de que se estrene Ares y tras saber que, aunque tenga entrada, no voy a poder ir. Ya no sé si esto es una broma del destino, si es la norma que me confirma que caigo dos veces con la misma piedra, o si mi salud mental me está dando un toque para que frene. Siento que voy a explotar en algún momento y esto solo ha empezado. ¿Cómo se vuelve a la vida, en junio, tras dos años?

Quizás mi último recuerdo plenamente feliz sea un Credo pagano a Momo en San Antonio. Aquel último artículo donde hablaba sobre coronas de muertos y pecados sin saber que, semanas después, no habría flores ni en aquella plaza para acompañar a quienes se fueron.

¿Cómo se vuelve a la vida?

Este año el azahar ha florecido dos veces. ¡Cómo vamos a estar nosotros cuerdos si ni siquiera la propia naturaleza se controla! Ese punto de locura y levantera que trae consigo el concurso y su veneno ya casi se ha apoderado totalmente de mí. En el abismo, en el borde, en el alambre.

Sigo sin comprender cómo hemos sobrevivido, si es que aún estamos cuerdos, hasta llegar aquí. Nunca pensé que terminaría escribiendo un artículo a una sola cuarteta, pero creo que merece la pena detenerse y analizar algo de lo que todavía, sobre estas tablas, no se ha cantado tanto. No es casualidad que lo haga un psicólogo, Quintana, que conoce de primera mano estos casos. Quizás debería ser un compromiso de todos cuando vivimos en un país donde se producen casi diez suicidios al día y que lidera el consumo de ansiolíticos en Europa. Quizás, hay que seguir piando mientras de una bancada del congreso grita a un diputado “vete al médico” cuando habla de depresión. Quizás, es necesario contar que no estamos bien en un lugar donde las listas de espera para terapia en lo público, superan los tres meses. ¿Es un lujo ir a cuidar de nuestra salud mental? ¿No llegar hasta el límite? ¿Recibir ayuda? Desde luego, hoy, sí.

Así que quiero agradecer a todas esas personas que, con sus coplas y letras, hacen de esta locura algo más llevadero. A quienes han tirado de fuerzas e ingenio para hacer de nuevo vibrar al público y, sobre todo, a quienes cantan a todos aquellos que necesitamos una mano. A los que no nos queda voz para pedir más ayuda. Quizás sea esta dualidad, entre estar y no estar cuerdo, lo que sigue haciendo, sea el mes que sea, este concurso grande. Y lo único que, cada año, me sana.

¿Cómo se vuelve a la vida, Cádiz?

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