Las Reyas Magas

Puestos a adaptar la tradición como mejor nos parece, ¿por qué no tener a tres mujeres de reinas?

Hay una costumbre que se está perdiendo y es una pena. La de pedir perdón sincero. La de, tras un minucioso examen de conciencia, adoptar un sentido ademán contrito y reconocer que uno, casi siempre, es más tonto de lo que pensaba (lo que es ... inevitable, si se piensa un poco). Y también se pierde, aunque nunca existiera, la de, ante la convicción honesta, no recular. La de mirar a los que llevan la piedra en la mano y decir que, sin embargo, se mueve.

¿Para qué este preámbulo que parece sacado de un misterguonderful de baratillo? Para justificar mi sorpresa por el revuelo que se suscitó esta semana con las Reinas Magas de la Asociación de Vecinos Los Tres Arcos , del Pópulo y San Juan (del que algunos exégetas dicen que podría ser una mujer, pero mejor no liar la cosa más). Como soy dado a hacer ‘spoilers’, les diré (tápenle los oídos a sus hijos si es que les leen este artículo para dormirlos) que los Reyes Magos no existen. Tienen tanta base histórica como el ratoncito Pérez que, si bien compite con ellos en agilidad y conocimiento sobre los gustos y deseos de sus potenciales clientes, no ha tenido el peso de una literatura y una tradición a su favor. No se me rasguen las vestiduras los creyentes, pueden consultar los textos sagrados y no encontrarán allí ni a Melchor, ni a Gaspar ni, como si fuera una felicitación de extrema necesidad, a Baltasar. Son una tradición, como los toros o celebrar el 1 de mayo. Y como tal, puede cambiar según el signo de los tiempos. Y puestos a inventarnos que pueden aparecer en carroza, helicóptero o reencarnarse por arte de birlibirloque en un miamense cantante, ¿por qué no marcar que también puedan Sus Majestades ser mujeres? Ser Reyas Magas, como diría un niño con más naturalidad que la que se permiten sus padres.

No conozco personalmente a la portavoz socialista Mara Rodríguez, a la que entre todos proclamaron en esta situación y ella sola se coronó. Por lo que veo y oigo en la distancia parece una persona más que cabal y más proclive a buscar acuerdos que discusiones. Pero creo que se equivocó cuando dijo que su mensaje «no era feminista» y que no pretendía ofender a nadie. La idea de que las mujeres tienen que reinar en las cabalgatas, reales o metafóricas, de la vida debe calar en los más pequeños y es necesario que pique a los que quieren rascarnos demasiado. No estuvo fina al separar feminismo de igualdad (lean la definición de la Rae) pero, sobre todo, erró al aceptar los morritos de quienes viven en su burbuja, por inmensamente grande que sea. Los mismos que nos hacen, a mí también me ha pasado, que nos descubramos, como don Quijote, dando cuchilladas a los odres de vino.

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