OPINION

El reto de la estabilidad

Los sindicatos de Navantia deben evitar tentaciones cortoplacistas y pensar a largo plazo, en un plan industrial duradero

El sector naval siempre parece frágil, vulnerable. Ni siquiera cuando está en plena fase de recuperación, como ahora en la Bahía de Cádiz, parece libre de volver con rapidez a la caída libre, a la falta de empleos y la escasez de encargos. Conviene no ... perder de vista de dónde venimos. La Sociedad Estatal de Participaciones Industriales (SEPI), ‘holding’ de empresas públicas al que pertenece Navantia, perdió 151 millones de euros en 2016, un 13,86% menos que en el año anterior y desde entonces no ha dejado de recortarlas. Pero aún están recientes. Los resultados del grupo se vieron lastrados en ese ejercicio por las pérdidas registradas tanto por Navantia (-303,84 millones de euros) como por Hunosa (-112,5 millones de euros). El déficit de los astilleros encendía entonces todas las alarmas. No se podía esperar más la aplicación del plan de viabilidad que se convertía en la prioridad absoluta de su presidente, Esteban García Vilasánchez.

Los gestores de Navantia saben de antemano que, desde su nacimiento en 2005 tras la reconversión de la antigua Izar, casi no conoce el superávit en estos casi 15 años de vida. En 2012 perdió 78 millones de euros y recortó hasta los 57,7 millones en 2013 y bajó hasta los 29 millones en 2014, sin embargo, los efectos de la crisis y la inactividad le pasaron factura en 2015 con un déficit de 160 millones de euros, que se ha disparado en el ejercicio de 2016 con 303 millones de euros en pérdidas.

La dirección de Navantia ha transmitido una y otra vez las medidas que se plantean para que los astilleros ganen competitividad y, sobre todo, para que se garantice su futuro. Uno de los pilares sobre los que descansa la viabilidad de Navantia y el saneamiento de la empresa es el famoso y ruidoso contrato con Arabia Saudí para la construcción en el astillero de San Fernando de cinco corbetas. Pero más allá de esta esencial carga de trabajo, el objetivo es modernizar las factorías, rejuvenecer la plantilla y mejorar el sistema de producción para ganar tiempo y acortar los plazos de entrega.

Vilasánchez sabe muy bien que no hay más tiempo para reflotar a Navantia. No se puede volver a los ejercicios anteriores a 2017 y los sindicatos deben entenderlo. Sin divisiones estériles y reclamaciones cortoplacistas. Se trata, de una vez, de tener un proyecto viable, sostenible y duradero.

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