Julio Malo de Molina - OPINIÓN
República de La Boca
Buenos Aires siempre ofrece programas atractivos, a través de instituciones culturales muy vigorosas
Aún sobrevive en el seno del popular barrio porteño de La Boca, a modo de sociedad civil y cultural. Tuvo su origen a raíz de una huelga desencadenada entre portuarios genoveses, liderados por grupos anarquistas, que acabó con la proclamación en 1876 de la República Independiente de La Boca , mediante una Constitución propia, con bandera y otros atributos propios de un Estado, tales como: idiomas oficiales (genovés y castellano), bandera semejante a la inglesa con la adición del gorro frigio republicano, proclamación del laicismo frente a la confesionalidad católica argentina; así como leyes y disposiciones, entre las cuales se produjo el nombramiento de una embajada ante el rey de Italia, Humberto I de Saboya. La historia de tales acontecimientos resulta confusa, pues la prensa de esa época los silenció de modo que solo se pueden rastrear en crónicas más o menos noveladas, como el libro de Ignacio Weiss, ‘La Republica della Boca e i primi genovessi’. Consta que Julio Roca, entonces ministro y luego presidente argentino, visitó el barrio para negociar con los dirigentes secesionistas, y que de alguna manera aquella institución rebelde sobrevivió hasta 1888. En 1907 un grupo de intelectuales dirigidos por el libertario Roberto Hoskings refunda una república que promulgó leyes tan pintorescas como la aplicación de un impuesto a los solteros. El pintor Quinquela Martín la proclama de nuevo en 1923 ya desde una componente artística y festiva que aún perdura.
He visitado en la Perla del Plata a Augusto Penedo , actual presidente del Consejo Profesional de Arquitectura y Urbanismo argentino, quien sufrió detención y torturas durante la dictadura militar, y en el curso de su exilio español colaboró conmigo en el proyecto de rascacielos tumbado en Cortadur a, entre otras obras. Buenos Aires siempre ofrece programas atractivos, a través de instituciones culturales muy vigorosas, como la Fundación Proa, centro privado de arte creado en 1996, cuyo objeto consiste en la difusión de los movimientos vanguardistas de la contemporaneidad. Su actual sede es un magnífico edificio de 2008 que preside la dársena de La Boca, según proyecto del estudio Carusso y Torricella. Estos días alberga una exposición del arquitecto y artista plástico chino Ai Weiwei, sorprendente, rebelde y provocadora. En el restaurante, desde cuya terraza se puede contemplar el viejo puerto iluminado por los llamativos colores de Quinquela Martín, nos encontramos con la directora de la fundación Adriana Rosemberg, quien nos presentó a dos conspicuos personajes de la república del barrio. Su presidente, Rubén Granara Insúa, y el primer ministro, Tito Banchero. Con ricos caldos de Mendoza brindaron por la República Federal de la Península Ibérica, al modo de la propuesta del escritor portugués José Saramago.
Otro tipo de interés ofrece una muestra en el MALBA (Museo de Arte Latino Americano de Buenos Aires). Colección de imágenes captadas por Sara Facio, excelente fotógrafa que fue pareja de María Elena Walsh, conocida por sus emotivas canciones como la Tortuga Manuelita. Recogen un periodo a la vez esperanzador y trágico de la historia argentina, que discurre desde el regreso de Perón en 1972, hasta su muerte en 1974. Durante esa época, la generación que en Europa vivió la primavera de 1968, se vio también envuelta en una torrentera renovadora. Las inercias del mundo nos trasformaron a nosotros, pero en Argentina, como en Chile y Uruguay, todo fue más dramático, esa euforia por cambiar la sociedad engendró un espantoso baño de sangre cuyas secuelas aún pueblan las pesadillas de nuestros hermanos del hemisferio austral.
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