EL Apunte

Regreso de un fantasma

Los expertos advierten hace tiempo: la heroína vuelve a consumirse de forma alarmante

Episodios como el conocido ayer en la Barriada de la Paz de Cádiz parecen despertarnos de pronto. La adicción a las drogas , el desfile de muertos vivientes –ojalá puedan resucitar todos– en busca de una dosis diaria no es cosa de ... las películas ni de los años 80. No es propio del extrarradio de grandes ciudades ni una condena del Campo de Gibraltar . Está en todas partes y, faltaría más, entre los vecinos de la capital gaditana. Como un viejo enemigo que cuando se creía alejado para siempre aparece, la heroína ha vuelto a la sociedad gaditana y lo ha hecho de la manera miserable y cobarde que ya conocía: cebándose con los jóvenes y con quienes están en riesgo de exclusión social. Los centros de desintoxicación alertan hace mucho de que se están volviendo a encontrar consumidores del maldito polvo blanco y las fuerzas del orden cada vez se incautan de más alijos. En este último caso de Cádiz hablan de la venta de unas cien dosis cada día. Y, aunque parece el mayor, sólo era un punto de venta. La situación no es alarmante pero sí preocupante: la sociedad se olvidó del drama de la heroína y ahora ha vuelto.

Desde las asociaciones de ayuda a los toxicómanos inciden en que el perfil del consumidor es el de un chaval que no es consciente del riesgo que implica porque no vivió los años más duros de esta plaga, cuando los jóvenes aparecían muertos en los portales por una sobredosis o cuando la delincuencia hizo de algunos barrios de Cádiz auténticas junglas.

Todos somos responsables por el aumento en la tolerancia en cuanto al consumo de drogas. En una provincia como Cádiz, tan acostumbrada al trapicheo asociado a la economía sumergida y a la condición fronteriza de su territorio, se ha llegado a justificar el tráfico de hachís como una manera, si no legítima, sí inocua de ganarse la vida. Cierto es que no es comparable el cannabis y la heroína, pero la mayor permisividad con las drogas ha provocado que los más jóvenes no perciban el riesgo real que hay detrás de la prueba, del «por uno no pasa nada».

La droga, la heroína y su ‘rebujito’, mata . Ese mensaje que se repetía con tanta insistencia en los 80 y los 90 parece que ha pasado de moda. Esperemos que, como la barba, la música o las bicicletas de paseo de los 80, no se ponga también de moda el horrendo sufrimiento de tantas familias.

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