Nandi Migueles - Opinión
Reflexiones de un jurado (II)
Un Carnaval sin sus coplas no es lo mismo. Algunos se retiran más veces que Ortega Cano
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Reflexionemos, así terminaba el artículo de la semana pasada y así ha sido meditado por mi parte. Algún autor lo ha hecho también y es de agradecer, ha recapacitado sobre algunas de mis humildes ideas y dudas que deje planteadas aquí. Otros sin embargo siguen con su empeño de que eran los mejores y tenían que haber ganado sí o sí. A ellos nadie los cambia. Hagan lo que hagan cada año y traigan al Concurso lo que traigan, su obra será siempre el culmen de la originalidad, de la excelencia en sus composiciones e incluso de la maestría vocal de su grupo.
Ellos son infalibles, certeros, seguros, perfectos y magistrales cada año. Todo lo que no sea ganar es un fracaso inadmisible . Todo tiene explicación para su derrota, siempre hay alguien detrás o algún motivo que ha impedido que ese año no triunfara. Hay autores que no son capaces de admitir que existían grupos superiores y que otros han escrito mejor que ellos, o que también han dado con una idea más acertada y fresca que la suya.
Es inconcebible para ellos tal desfachatez. No toda la culpa de ese endiosamiento es causante el propio autor. Sus seguidores y componentes más radicales son uno de los pilares más importantes para mantenerlo sobre ese altar . Hay autores que personalmente y bajo mi opinión exclusiva, pierden la categoría de artista y de genio al dilapidar la categoría como persona. No me sirve para nada su obra si tras su fondo personal sólo existen montones de carencias y valores humanos.
La humildad como primer valor brilla en la mayoría de estos casos por su ausencia. No son capaces de reconocer algo de nivel superior a su obra porque no son aptos para validar ninguna de las demás. No aprecian el trabajo ajeno, no respetan la labor de otros, que hacen al igual que ellos, un repertorio con la misma ilusión y dedicación si cabe. Son cortos de miras y no saben echar una mirada más allá de su ombligo .
Un mundo sin ellos no sería posible parece. Un Carnaval sin sus coplas no es lo mismo. Algunos se retiran más veces que Ortega Cano , otros caminan por nuestra ciudad como si fueran observados por los transeúntes con las bocas abiertas a su paso y hay quienes presumen de su sublime obra en cada esquina, barra o red social que se tercie. La derrota no es algo indigno. Equivocarse no es vergonzoso. Pierde o gana el que se arriesga y presenta una obra al público, el que no hace nada nunca perderá en nada. Es muy meritorio sacar cada año una agrupación y exponerla a juicio de un público y ante un jurado popular. No siempre se puede ganar.
Lo degradante es no saber perder y no admitir que los hay mejores que tú. Hacer un frente común entre los derrotados hacia el ganador es muy normal en nuestro concurso. El que gana casi siempre lo ha hecho, a juicio de los derrotados, por amiguismo , por compensación, por intereses, por presiones políticas, por todo menos por méritos propios. Autores muy premiados se ciegan al igual que sus seguidores y componentes en su discurso individual de ser siempre los mejores.
A algunos de los autores y componentes más estelares de este Concurso los quisiera ver yo estudiando o interpretando la misa en Do menor de Mozart. Ahí comprobarían sus carencias vocales y aprenderían a ser humildes autores.