Francisco Apaolaza - Opinión

Rajoy y el ‘underdog’

El ‘underdog’ era el perro perdedor, el que está debajo del ‘topdog’, que es el ganador, el que muerde el cuello

Francisco Apaolaza

Para que vean que en política dos más dos nunca suman cuatro aunque tampoco sumen catorce ni mucho menos, aquí va un dato. Cada ataque que Rajoy recibe en un debate supone un regocijo para los diseñadores de su campaña. Están encantados con que todos los demás candidatos vayan en su contra en tropel. Esta alegría responde a una teoría política llamada el efecto ‘underdog’, un término que acuñaron a mitad del XIX en las peleas de perros. El ‘underdog’ era el perro perdedor, el que está debajo del ‘topdog’, que es el ganador, el que muerde el cuello. El primero es el que se lleva los palos, el colectivo o la persona perdedora de antemano, el objeto de todas las críticas, el vapuleado que despierta la empatía de la opinión pública y sale, en parte, beneficiado. Yo creo que a veces Rajoy dice esas cosas que dice y da las buenas noches tras dos horas y media de debate para ser ‘underdog’, el tipo del plasma que en su flaqueza parece de carne y hueso.

El efecto ‘underdog’ convive con otra teoría: el ‘bandwagon’, el efecto arrastre. En castellano castizo, el subirse al carro. Dice esta teoría que el caballo ganador recibe más simpatía de la opinión pública por la llamada espiral del silencio, que explica cómo las personas tienen miedo a expresar sus opiniones minoritarias por temor a quedar aislados. Todas estas teorías de perros y caballos se entrelazan y se enrollan como el cordón umbilical de un astronauta que gira en el hiperespacio. El Partido Popular puede ser el ‘underdog’ en el debate económico frente a los cuatro candidatos y a la vez el ‘bandwagon’ de la derecha frente a Ciudadanos.

Por algo, los políticos terminan sin saber quienes son. Cuando se va de los sitios, Jorge Moragas, que tiene un pelo envidiable, siempre mira por si el presidente se ha dejado algo. La mujer de Sánchez, Begoña López dice que el político y la persona son el mismo, pero eso solo lo puede creer alguien como ella, que tiene una energía expansiva y tan excesivamente ‘cool’ que a veces me da miedo. Begoña, que sonríe a la prensa como una estrella a punto de estallar, podría ser un personaje de Tim Burton.

Los perros y los matrimonios son una fuente inagotable de historias. Cuando Pablo Iglesias comenzó a ser quien realmente era se quejaba de que ya no podía pasear a Lola, su perrita. Al parecer era de Tania Sánchez, que cumple el principio de incertidumbre de Heisenberg pues, como los electrones, se puede conocer su posición o su velocidad, pero nunca las dos al mismo tiempo. Rajoy tiene un perro en Moncloa, un pointer que se llama Rico y que es «un animal lleno de energía y de bondad al que le encanta la gente» y esta sosería es de lo mejor que se puede escuchar de un perro a día de hoy. El juez federal argentino Norberto Oyarbide ha confesado a la prensa que da champaña a sus perritos de su propia boca, cosa que no se le hubiera ocurrido ni a Fernando Vallejo: «Yo tomo –explica el magistrado– y ellos ven que yo me dejo un poquito en mis labios y ellos pasan su lengüita (sic.). Lo saborean y se regocijan». De pronto, ya no parece tan buena idea lo del ‘underdog’.

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