Rafael Zaragoza Pelayo
Pemán, los intelectuales y la Guerra
Hay muchas mitos y falsedades sobre la Guerra Civil y es que la Historia no siempre la escriben los vencedores
Hay muchas mitos y falsedades sobre la Guerra Civil y es que la Historia no siempre la escriben los vencedores. Se dice que los escritores defendieron en masa a la República –era más bien al Frente Popular, la República del 31 no existía ya– pero ... en realidad se dividieron en dos bandos antagónicos idénticos en número (Trapiello), como el resto del país. El gran exilio de intelectuales se produjo desde territorio frentepopulista al principio de la Guerra, en 1936, y no tras la victoria de Franco, en 1939, como se repite una y otra vez.
La represión fue terrible en ambos bandos, pero la represión republicana tuvo su singularidad: checas, persecución religiosa (miles de asesinados) y matanzas colectivas (Paracuellos, cárcel Modelo). La represión del llamado bando nacional fue cruel en la posguerra, aunque por comparación, menor que en otras guerras civiles. Además, como demuestran Larrazábal y Martín Rubio, la represión frentepopulista fue más intensa si consideramos el espacio-tiempo: el franquismo gobernó más tiempo y en más territorio. Ya antes de la guerra, el Frente Popular se valió de depuraciones y de un uso partidario de las instituciones, también en la enseñanza, justicia y policía. Sin ir más lejos los guardias que asesinaron al segundo jefe de la oposición, Calvo Sotelo, estaban ‘adscritos’ al socialista Prieto.
Entre los escritores, hubo muchos tipos de conductas, decentes e indecentes, al margen de ideologías. Juan Ramón Jiménez, republicano hasta el final, dedicó un piso en Madrid a acoger a niños hasta que un anarquista lo confundió con un cura y estuvieron a punto de fusilarlo. Se marchó al exilio. Tras la victoria franquista, tres falangistas desvalijaron su casa de cuadros, libros, manuscritos, etc. Juan Ramón quedó desolado. Gracias a la gestión de Pemán se logró solventar una parte del daño.
Alberti y María Teresa León vivían en el palacio requisado a los Heredia Spínola, en Madrid, donde celebraban fiestas, por lo que tras regresar del frente el poeta Miguel Hernández, comunista consecuente y sencillo, se indignó. Quizás por ello al final de la Guerra fue abandonado por los suyos (como Machado). Neruda envió engañadas a su mujer e hija enferma a Barcelona, mientras él se quedaba con su amante Delia del Carril en Madrid. Morla Lynch, amigo de Lorca, acogió a 2.000 refugiados derechistas en su Embajada. Neruda, en cambio, se negó. Morla lo haría luego también con los republicanos. Pemán fue siempre un hombre cabal que ayudó a los escritores en el exilio y que participó en la única oposición democrática al régimen de Franco, la de Don Juan. La decisión de depurar simbólicamente su figura en Cádiz retrata el espíritu cainita del gobierno municipal y debe ser revocada cuando todo esto termine.
Espero que esta emergencia verdadera que vivimos del maldito coronavirus ayude a apagar las ficticias emergencias que tenían distraído al gobierno español: sobre todo la climática, la de género y la de una ‘memoria’ histórica trucada y rencorosa. Cuando superemos esta delicada situación, debemos arrinconar el odio y volver con más fuerza a la unión y reconciliación de los españoles en torno a la Constitución y al Rey.
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